Hay un instante en que la oscuridad comienza a abrirse camino lentamente alargando sombras, deformando semblantes, y en el que el avance de las tinieblas pareciera estar contenido únicamente por un puñado de relucientes estrellas que protegen incansables los contornos de Uranos. Son tan solo unos minutos, pues al poco la luz y su ausencia ocupan sus respectivos lugares y el equilibrio gobierna con poderes conferidos mientras el sol, virtualmente ausente, engendra virtudes en todos los rincones del mundo.
Sin embargo, en esos momentos es cuando mi alma más indefensa está, aletargada la razón, cierto sentimentalismo se hace sitio en mi cama invitándome a velar noche tras noche junto a dos viejas rameras; las dudas.
Es entonces que las eternas palabras de los que nos precedieron cobran fuerza y su sustancia penetra en mi pecho como un antídoto eficaz contra el desconcierto, de manera que los cantos de sirena se van apagando al tiempo que empiezo a sentir de nuevo el batir de las olas y su empuje me entrega sin remedio al descanso curando con su sal mis constantes heridas.
Pero no solo peligra de negrura la tarde, pues la historia, con sus días y sus noches, nos conduce a veces a pequeños abismos en los que olvidamos donde es arriba y donde es abajo. Algo así nos acontece en el presente, pues el miedo a vivir y el miedo a morir, como dos extremos que se tocan, se ha cobrado tantas víctimas que la dualidad ha dividido el mundo entre quienes viven pero están muertos y aquellos que literalmente mueren cada día de miedo.
Pero no todo es oscuro, pues al igual que en el firmamento aguardan las estrellas, en el mundo despiertan los héroes, construyendo navíos, levantando castillos y murallas, dejando antorchas en los caminos y dibujando estelas en la mar. Más no surgen de la nada, pues hace tiempo que sus huesos ya son polvo y sus cabellos ceniza, surgen de dentro de cada uno de nosotros mismos, pues en cada hombre y cada mujer dormita intacta la semilla del cambio y del consuelo, de la risa y la ternura para con los otros y la espada del trabajo, para levantar de sus propias ruinas todo lo muerto y todo lo viejo que se acurruca en las esquinas, debajo de las piedras donde la luz aún no ha llegado. Pero llegará…
Comprenderán queridos amigos que a falta de bastiones donde agarrarse prefiera pecar (en última instancia) de imbécil que de idiota, pues es el egoísmo un viejo lastre que acompaña al hombre como insaciable rémora y es a su vez causa y principio de todos los males, por lo demás Don Alejandro, Don Luís, gracias por tan solemne bienvenida, no son halagos lo que me transmiten sus escritos sino cariño, es algo bien distinto.
Sin embargo, en esos momentos es cuando mi alma más indefensa está, aletargada la razón, cierto sentimentalismo se hace sitio en mi cama invitándome a velar noche tras noche junto a dos viejas rameras; las dudas.
Es entonces que las eternas palabras de los que nos precedieron cobran fuerza y su sustancia penetra en mi pecho como un antídoto eficaz contra el desconcierto, de manera que los cantos de sirena se van apagando al tiempo que empiezo a sentir de nuevo el batir de las olas y su empuje me entrega sin remedio al descanso curando con su sal mis constantes heridas.
Pero no solo peligra de negrura la tarde, pues la historia, con sus días y sus noches, nos conduce a veces a pequeños abismos en los que olvidamos donde es arriba y donde es abajo. Algo así nos acontece en el presente, pues el miedo a vivir y el miedo a morir, como dos extremos que se tocan, se ha cobrado tantas víctimas que la dualidad ha dividido el mundo entre quienes viven pero están muertos y aquellos que literalmente mueren cada día de miedo.
Pero no todo es oscuro, pues al igual que en el firmamento aguardan las estrellas, en el mundo despiertan los héroes, construyendo navíos, levantando castillos y murallas, dejando antorchas en los caminos y dibujando estelas en la mar. Más no surgen de la nada, pues hace tiempo que sus huesos ya son polvo y sus cabellos ceniza, surgen de dentro de cada uno de nosotros mismos, pues en cada hombre y cada mujer dormita intacta la semilla del cambio y del consuelo, de la risa y la ternura para con los otros y la espada del trabajo, para levantar de sus propias ruinas todo lo muerto y todo lo viejo que se acurruca en las esquinas, debajo de las piedras donde la luz aún no ha llegado. Pero llegará…
Comprenderán queridos amigos que a falta de bastiones donde agarrarse prefiera pecar (en última instancia) de imbécil que de idiota, pues es el egoísmo un viejo lastre que acompaña al hombre como insaciable rémora y es a su vez causa y principio de todos los males, por lo demás Don Alejandro, Don Luís, gracias por tan solemne bienvenida, no son halagos lo que me transmiten sus escritos sino cariño, es algo bien distinto.
4 comentarios:
Como bién decía el bueno de Yibrán Jalil Yibrán, "En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente"...
Y, me alegro de que estés cerca, para poder dártelo.
Por cierto, feliz día de tu Santo! :)
Un gran profesor de Derecho internacional me enseñó un principio que aplico a menudo:
Res inter alios acta tertiis nec nocent nec prosunt.
Los asuntos entre dos a los terceros ni les conciernen ni les atañen.
Brillante y emocionante.
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