martes, 28 de julio de 2009

ODALISCA DE MATISSE


"Las ventanas siempre me han interesaso porque son pasajes entre el interior y el exterior"

Henry Matisse.

"...así las bocas"

Que tengáis un feliz verano.

TRICOTAR



Como casi todo en esta vida, fue por casualidad: una tarde estaba en una exposición del Centro Cultural del Ayuntamiento cuando una señora, María Angustias, empezó a hablarme de su taller de Tricotar. Antes de entrar, había fumado un porro que me tenía aturdido, pero le presté atención. Cuando me quise dar cuenta estaba sentado con la señora en una mesita de un café añejo; después de contar lo divino y lo humano de su afición, sacó de una bolsa una madejas de lana y empezó a tricotar; me impresionó ver el resultado inmediato de la labor que iba realizando, el poder ver el efecto casi simultáneo de tus actos. Claro, soy Profesor e Investigador de Filosofía en la Universidad y el efecto de mis actos siempre son mucho más difusos, nunca se pueden tocar.

Me comprometí a pasarme otro día y así lo hice, siempre cumplo con los compromisos aunque esté poco vinculado a ellos. Salí de la facultad y me dirigí al taller donde un ejército de diez señoras en una perfecta doble fila tricotaban con pasión. Cuando entré, todas quedaron sorprendidas al ver a un hombre tan joven, robusto y con buena presencia allí; aunque yo era el más sorprendido. Así que fui a hacer el amago de saludar y marcharme, pero las señoras me rodearon y empezaron a hablar y hablar y hablar…y no dejaban de hablar; cuando me quise dar cuenta ya estaba sentado en una silla con un Equipo completo de Tricotar*. Lo primero que hicieron fue darme una clase de Prevención de Riesgos. Sí, lectores, la gente subestima estas labores, pero la cosa es más peligrosa de lo que parece: hacer ochenta puntadas por minuto y no pincharse es todo un mérito. Además, me han contado historias de señoras que se han quedado tuertas al hacer una triple puntada cruzada hacia atrás.

Le cogí el tranquillo desde el primer momento, cuando llevaba una semana sabía perfectamente montar puntos con gran velocidad; aunque debo deciros que es sencillo: basta con tomar con la mano derecha el hilo que viene del ovillo, enrollarlo en el dedo índice, formando una anilla; entonces introducimos la aguja por dicha anilla y tensamos el nudo. Mis amigos no entendían que hacía apuntado a un taller de esta naturaleza, y ni mucho menos cómo me atrevía a hablarles de las distintas técnicas de puntos derechos y al revés. Al principio, pensaban que bromeaba; no daban crédito que, con el poco tiempo del que disponía, fuese tres días a la semana a clase. En cambio yo sí les entendía, nunca nos es grato lo desconocido, siempre despierta suspicacias aquello que nunca hemos probado. Les invité a que me acompañaran una tarde; ellos, literalmente, me mandaron a la mierda.

Pasaron los meses y cada vez le dedicaba más tiempo a las puntadas con lana. Todo en detrimento de lo que hasta entonces habían sido mis principales aficiones: la fiesta y las mujeres, los cuales siempre simultaneé. Tricotaba a diario, tenía la casa llena de la revista “Laura: El Nuevo Punto de Lana” junto a ensayos de diferentes filósofos como Kant o José Saramago. Mi novia me miraba de forma muy rara, siempre lo había hecho. Desde que la conocí me gustaba contarle mis divagaciones filosóficas en pelotas, de pie y encima de una silla; pero desde que decidí sentarme en ese asiento y sólo la usaba para darle a las agujas de calcetar me miraba especialmente mal. Aunque no era la única, también lo hacían mis alumnos cuando sacaba mi equipo en los descansos de clase, y mi familia, y los usuarios del metro, etc.

En el taller, María Angustias y yo nos sentábamos siempre juntos. Los primeros cinco minutos organizábamos lo que íbamos a hacer, nos concentrábamos en nuestro patrón y, una vez todo en orden, empezábamos a calcetar mientras hablábamos de lo que había pasado a lo largo del día. Conforme pasaban las horas la conversación se iba diluyendo en el dibujo infinito que estaba tejiendo. Aquellas conversaciones y ese sentimiento de infinito fueron la cuna de mis, hoy reconocidos, ensayos filosóficos.

Recuerdo como al principio Tricotar me sirvió para abstraerme de los problemas, después me permitió dar rienda suelta a mi imaginación y, finalmente, me di cuenta que aportaba un esquema de actuación ante todas las cuestiones, incertidumbres y conflictos que nos depara la vida. Por ejemplo, tengo por oficio escribir y siempre he sido metódico en cada uno de mis escritos; durante años estuve buscando un método que me permitiera, a diferentes niveles, cerrar una estructura perfecta en mis textos. Nunca lo conseguí hasta que apliqué los patrones de Tricotar a mis narraciones y artículos. Sin ir más lejos, este texto sigue desde la primera a la última letra el patrón del Punto Tubular*. Esos mismos patrones los aplico de forma escrupulosa a cualquier ámbito de mi vida: en las conversaciones, en las ceremonias de cortejo, en mis clases en la universidad, etc.

Durante los primeros meses me pesó que dijesen que había perdido la cabeza, pero con el tiempo aprendí de la envidia que se genera alrededor de una persona que se siente plena y segura de si misma. Si queréis entenderme, si queréis sentiros bien, no dudéis en acercaros a nuestro taller: tricotar lo es todo.

VA POR LEONOR: Dent May & His Magnificent Ukulele

lunes, 20 de julio de 2009

Los fascinantes mapas de palo micronesios

Las gentes oriundas de la Micronesia, más concretamente de las Islas Marshall, emplearon hasta el siglo XX un sistema cartográfico de orientación para la navegación de lo más singular. Para los habitantes de tan remotas islas del Océano Pacífico, navegar entre islas, la mayor parte de las cuales no guardan relación visual entre ellas, debió ser algo treméndamente complicado. Para sortear el problema, idearon un tipo de mapas único en el mundo, realizados con diversos materiales comunes, como palos tramados.

La idea es fascinante, veamos, nos encontramos en una isla en medio de la nada, el océano nos rodea. Por los viajes de nuestros antepasados sabemos que, ahí fuera, hay otras islas. Ahora bien, ¿cómo navegar de forma certera hasta ellas? Lo mejor es crear un mapa, pero la cosa se complica porque no tenemos brújula, ni sextante ni cartas marinas, únicamente una canoa y nuestros sentidos. Los mapas de palos solucionaban el problema de forma elegante. Empleando palos realizados con fibra vegetal, los micronesios representaron por medio de líneas los patrones de oleaje imperante y, en algunos puntos de intersección de las líneas, se mostraban las diversas islas a visitar. Naturalmente, se trataba de una cartografía de ensayo y error, fruto de anteriores viajes y de la experiencia. Una vez que se había aprendido una ruta, siguiendo patrones de oleaje y corrientes muy determinados, pasaban a ser registrados en los mapas de palo. Otra peculiaridad de estos mapas estaba en su uso. Eran muy valiosos y nunca se llevaban en los viajes, sino que los navegantes memorizaban antes de partir los patrones en ellos dibujados. Por lo que se sabe acerca de su uso, del que los europeos sólo tuvieron conocimiento en la segunda mitad del siglo XIX, únicamente unos pocos privilegiados tenían acceso al saber necesario para emplearlos. Así pues, la custodia y el uso de los mapas de palo micronesios debía estar en manos de una élite.

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Ejemplo de mapa, en este caso una trama empleada para entrenamiento.
Fuente: British Museum.

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Mapa “de palo” micronesio, finales del siglos XIX o principios del XX.
Fuente: The Metropolitan Museum of Art.

Más información:
The Nonist - Polynesian Stick Charts
Ethnomathematics Digital Library - Lines and Planes
Varieties of Unreligious Experience - Rilib and Kaelib

Relacionado en La Cartoteca: Mapas tridimensionales esquimales.

Los mapas de Hubert Palmer


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D. Luis, permítame decirle, que este artículo posee una pizca de todas aquellas cosas que nos seducen ultimamente, Mapas, muebles antiguos que ocultan secretos del pasado, caballeros ajados y una gran aventura en ciernes. Espero que lo disfrute.

En 1929, Hubert Palmer, un abogado jubilado inglés, compró un escritorio de roble del siglo XVII en el que aparecía la siguiente inscripción: “Capitán William Kidd. Galera Adventure, 1699”. La inscripción hacía referencia al célebre pirata Kidd (algunos historiadores modernos consideran injusta su reputación de pirata, ya que existen pruebas de que Kidd actuó sólo como corsario) y a su barco, el Adventure. Palmer encontró un compartimento secreto que contenía un mapa dibujado a mano de una isla sin nombre. En el mapa, fechado en 1669, aparecían escritas las iniciales WK y las palabras “Mar de la China”.

Palmer encontró tres mapas más del Capitán Kidd, todos de la misma isla, pero con distinto grado de detalle. En la imagen superior, Palmer aparece fotografiado con un arcón en el que se encerraba otro de los cuatro mapas de Kidd.

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Escritorio en el que Palmer encontró el primer mapa

Recreación de dos mapas de Kidd:

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Después de la muerte de Hubert Palmer, la propiedad de los cuatro mapas pasó a su fiel ama de llaves, Elizabeth Dick, que decidió llevarlos al Museo Británico para que los analizasen. Allí, fueron estudiados por el experto R. A. Skelton, que consideró que, sin duda, todos los mapas eran auténticos documentos del siglo XVII, hecho que, posteriormente, confirmaría el escritor Rupert Furneaux, en 1965.

Elizabeth Dick vendió los cuatro mapas en 1950. El nuevo propietario se trasladó a Canadá y, a partir de ese momento, se desconoce el paradero exacto de los mapas de Kidd.

El hallazgo de los cuatro mapas generó un enorme interés por localizar la isla y el tesoro perdido del pirata. Muchos investigadores opinan que la isla no se encontraba en el Mar de la China y que Kidd escribió esta localización errónea para despistar a los buscadores de tesoros. Una serie de expediciones exploraron distintos lugares, creyendo que habían conseguido localizar el sitio exacto descrito en los mapas (la isla Oak, en las costas de Nueva Escocia, Canadá; la isla Yokoatejima, en un archipiélago al sur del Japón; la isla Clipperton, un atolón coralino en el Océano Pacífico norte; etc.)

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La isla Oak

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La isla Clipperton (también llamada de La Passion)

Lo cierto es que el tesoro sigue sin aparecer y, aunque es posible que su existencia sólo sea una leyenda, su búsqueda ha mitificado aún más la figura del Capitán Kidd, en el que se han inspirado grandes autores como Edgar Allan Poe (The Gold-Bug); Washington Irving (The Devil and Tom Walker); o Robert Louis Stevenson (La isla del tesoro).

Fuente: Ovejaselectricas.

viernes, 17 de julio de 2009

QUE BIEN!!

Todos sabeis que de vez en cuando uno se tropieza, (con las orejas), con con algo que musicalmente aun te sorprende y te deja con una amplia sonrisa, es el caso de Paco Loco, Samo, Raveonettes... pero esos ya quedaron atrás en el tiempo, yo quería saber si conoceis a DENT MAY Y SU MAGNÍFICO UKELELE, bueno, para hacerse una idea a nivel estético, supongo que todos os haceis una imagen si os remito al club de ciencias de los institutos de las pelis americanas, esos personajes de gafas y pelos alborotados que aunque conocen de la infancia a la jefa de animadoras, ésta ya no los saluda desde que es popular, sale con el capitan del equipo de rugby y ha ganado el titulo de reina del baile y solamente se acuerda de ellos para que la saque de un apuro donde es necesario el uso de la informática.... en fin, así es Dent May y su grupo, sólo que en vez de ir armados con microscopios, libros y tubos de ensayo pues tienen su batería, su bajo, su guitarra electrica y por supuesto su magnífico ukelele, despiertan el mismo instinto maternal y complejo de osito, vamos, que los abrazarías y apretarías pero nada más, aunque tal vez con el batería.....Que se me va la pinza, a lo que iba, que lo que realmente tienen es la música que hacen que creo muy refrescante para estos tiempos que corren y os enplazo a que la oigais y me digais qué tal. Besos a todos!!!!!
Leonora

martes, 7 de julio de 2009