En 1929, el escritor húngaro Frygyes Karinthy ideó la teoría de los “Seis grados de separación” que intenta probar el dicho de que "el mundo es un pañuelo", es decir, que cualquiera en la Tierra puede estar conectado a cualquier otra persona del planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios.
Si nos damos un paseo por el Albaycín, Time Square, la Plaza del Sol o por la plaza de Jama El Fena buscando a un profesor de pasarela que sepa checo será difícil llegar a encontrarle a gritos; pero si nos vamos a unos de los ciber-cafés que hay en estos lugares, enseguida podremos entrar en unas redes de contactos que hacen materialmente visible y útil la “teoría de los seis grados”. Y es éste el origen del fenómeno de Facebook. Sí, esta plataforma es otro de los regalos maravillosos que nos ha dado Internet, una revolución en la forma de entender y organizar nuestras relaciones. Pero como todos los grandes inventos, está lleno de peligros y trampas.
En estas nuevas formas de relacionarnos nadie nos ha educado y, por tanto, no nos han enseñado sus defectos y virtudes. Desgraciadamente, esta aplicación que está en los hocicos de todo el mundo últimamente se está desvirtuando, y tengo la impresión de que se ha convertido en, simple y llanamente, un Chat. Aquéllos que hace diez años criticaban los Chat frente al bar, han ido cayendo. Pero no hay que dramatizar, simplemente hay que ser consciente de dónde ponemos las pezuñas y saber que Facebook tiene varios peligros: superficializa las relaciones, supone una pérdida exponencial de tiempo y, por último, puede suponer un riesgo muy alto para la intimidad.
Pero no nos tenemos que preocupar porque, mientras nosotros seguimos ampliando la lista de ciber-amigos, los sociólogos y psicólogos estudian terapias para cuando llegue el día en que, al doblar la esquina, nos encontremos por casualidad a un “contacto” y salgamos corriendo hacia un ordenador para poder comunicarnos.
Si nos damos un paseo por el Albaycín, Time Square, la Plaza del Sol o por la plaza de Jama El Fena buscando a un profesor de pasarela que sepa checo será difícil llegar a encontrarle a gritos; pero si nos vamos a unos de los ciber-cafés que hay en estos lugares, enseguida podremos entrar en unas redes de contactos que hacen materialmente visible y útil la “teoría de los seis grados”. Y es éste el origen del fenómeno de Facebook. Sí, esta plataforma es otro de los regalos maravillosos que nos ha dado Internet, una revolución en la forma de entender y organizar nuestras relaciones. Pero como todos los grandes inventos, está lleno de peligros y trampas.
En estas nuevas formas de relacionarnos nadie nos ha educado y, por tanto, no nos han enseñado sus defectos y virtudes. Desgraciadamente, esta aplicación que está en los hocicos de todo el mundo últimamente se está desvirtuando, y tengo la impresión de que se ha convertido en, simple y llanamente, un Chat. Aquéllos que hace diez años criticaban los Chat frente al bar, han ido cayendo. Pero no hay que dramatizar, simplemente hay que ser consciente de dónde ponemos las pezuñas y saber que Facebook tiene varios peligros: superficializa las relaciones, supone una pérdida exponencial de tiempo y, por último, puede suponer un riesgo muy alto para la intimidad.
Pero no nos tenemos que preocupar porque, mientras nosotros seguimos ampliando la lista de ciber-amigos, los sociólogos y psicólogos estudian terapias para cuando llegue el día en que, al doblar la esquina, nos encontremos por casualidad a un “contacto” y salgamos corriendo hacia un ordenador para poder comunicarnos.
3 comentarios:
Amén, Jesús!.....
O lo que es peor: torcer la esquina de una calle granadina, encontrarte a un "contacto"- amigo en FB- y que....no te salude!
Yo no entiendo facebook ese, no puedo ver al de delante observar sus gestos, si sonríe... no puedo agarrarlo por la muñeca, y lo peor no puedo utilizar yo mi exprersión corporal, no se como va vestido.....
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