miércoles, 31 de octubre de 2007

La Mujer con clase

Sus labios eran rojos,
su mirada franca,

su cabello amarillo como el oro,
y su piel blanca como la lepra.

Ella era la pesadilla de la vida en la muerte,

que la sangre del hombre condensa con el frío.

Robert Graves. The White Godness.



Yo, de verdad que no se de nada, y menos de lo que voy a escribir; pero como sólo hace falta saber de lo que se va a hablar en público, y cada quién escribe lo que bien le parece, y no hay dos (Alejandro e Ismael) sin tres, y a la vuelta a lo venden tinto, me aventuro, pido perdón de antemano y ahí va; por lo menos el tema es interesante, eso si: sobre la belleza femenina, o la mujer con clase.

Hoy he despertado del verano, mi sueño ha durado mucho; sospecho que es porque el otoño ya no existe en Madrid, los viejos se hartan de decir que ya no hay estaciones, y que se pasa del calor al frío en un día.

Lo primero que he advertido, es que el invierno, es un castigo: condena de nuestros excesos al aire libre cuando el tiempo es amable, la ropa ligera y el corazón palpita más fuerte porque tiene que hacer frente a las emociones de todo tipo, que se exacerban con las temperaturas más altas, y no cuando dice el refrán, en primavera.

Así que, andaba yo dormido en los laureles hasta que he conocido tres mujeres que, si los arquetipos clásicos de mujer son la diosa, la virgen, la amante y la madre, éstas son tres nuevos: la pirómana, la loba, la mujer con guasa (Aunque para mi que en todas las mujeres hay algo de cada uno, por eso será que yo siempre estoy enamorado de la misma...) .

La primera se llama Miriam, y trabaja en un museo tan famoso que no daré su nombre, porque no queremos que la moleste nadie (por cierto Miriam, si nos lees danos un toque, Valle-Inclán y yo te hemos perdido la pista). Piensa que deben destruirse, quemarse, todas las obras de los museos, porque allí no tienen ningún sentido. Nosotros nos apresuramos a regalarle una preciosa caja de cerillas y a reflexionar que quizás ocupaba un puesto peligroso justamente por sus ideas.

La segunda es una niña bien; rica, guapa, cultivada, intelectual y que lleva la llave de la habitación de su hotel en la liga de silicona de sus medias de verdad.

La tercera es espectacularmente guapa y exuberante, parece que a lo mejor debiera ser estirada, pero resulta que es actriz cómica, se ríe de ella misma, y eso; bueno eso nos encanta.

Las tres son mujeres distintas, pero todas me han parecido, a mi, mujeres con clase.


Lo anterior me ha bastado de excusa para reflexionar sobre que es eso, y en esto, creo que debemos seguir las ideas de Scerbanenco, y los doctores (que clase de doctorado habrán realizado para ser expertos en esta materia) Gabriela Hunger Ricci y Paolo rovesti:

1. Ante todo, ser muy cuidadosa en el aspecto del rostro y del cuerpo.

2. Educación social polivalente, en el sentido de comportarse siempre según las mejores reglas de buena crianza.

Éstas reglas se manifiestan en una manera cortés de de saludar, de presentarse, de conversar, de sostener relaciones con los demás. Señorío en una palabra. Seguir las reglas de educación y del comportamiento según las costumbres imperantes; así por ejemplo, la mujer con clase, no se maquillará nunca en la mesa, en el restaurante, en público; ni se peinará o arreglará los ojos o los labios entre un plato y otro, sencillamente esperará a estar sola, en un sitio adecuado para poder hacer todo eso sin que la vean. No morderá el pan directamente, sino que lo partirá en trocitos y se lo llevará, con la mano izquierda, a la boca; no se secará el sudor, ni se quitará parte del maquillaje con la servilleta; no se apoyará en los codos durante la comida; no comerá con apresuramiento ni hablará con la boca llena, beberá únicamente cuando haya ingerido bocado, y antes, se secará los labios a fin de no dejar en el vaso manchas grasientas de comida o señales de carmín (que se quita con un pañuelito ex profeso, que debe llevarse en el bolso).

La manera de sentarse también tiene mucha importancia. No hay que sentarse nunca con las piernas cruzadas con demasiado descaro. Y no digamos con las piernas abiertas…o entornadas. Desmond Morris en su Libro El comportamiento íntimo, ya explicaba bien claramente, poniendo de ejemplo a la puritana inglesa, que sentarse con las piernas abiertas, supone una invitación sexual demasiado explícita, y preocuparse por cruzarlas por sistema, manifiesta que sólo piensa en lo único…

No hay que tener nunca las piernas separadas, los pies torcidos o vueltos hacia fuera, la espalda encorvada; no hay que sentarse en el borde de la silla, sino ocupar su centro con naturalidad.

Las indicaciones anteriores, son mas bien propias del famoso manual de Carreño, y se comentan por sí solas, la verdad.


3. Detestar algunas costumbres típicamente femeninas: el chismorreo, la pereza, la inconsecuencia.

Hablar en sentido corrosivo y crítico de los demás, denota siempre una falta de generosidad, y también una falta de intereses fundamentales, que hacen la alegría y la plenitud de la vida. Con mucha frecuencia las mujeres se entregan al chismorreo de una manera inconsciente, mientras otras se dedican a desollar a sus amigas, como si hiciesen un peeling. A menudo lo dicta la envidia, a veces es el resultado de un carácter malévolo, y otras es propio de mujeres casquivanas. El ocio mental (no hacer nada y dejar decir) es también una anquilosis del espíritu, que provoca negligencia y desorden.

Dejar las cosas para mañana, abordarlas superficialmente y sin energía, son tendencias típicas de las mujeres aburridas y ociosas.

La inconsecuencia, finalmente indica falta de carácter y ambivalencia de pensamiento (que expresiones!) y de actitud. Es mucho más frecuente de lo que se imagina, y es muy perjudicial para las mujeres que quieren ser de clase. Así, existen mujeres amantes de la poesía y de la espiritualidad, mujeres que tienen el mito de sí mismas y al propio tiempo aman a otro, etc.



No salgo de mi asombro! Aquí a la profesora Hunger se le ha ido la olla, o tiene el entendimiento encerrado en una botella, y la botella en la Luna, como Orlando Furioso, y se dedica a hacer comentarios airados e inconscientes, como aquel iba dando mandobles a diestro y siniestro. No son, creemos costumbres típicamente femeninas sino humanas, si acaso, pero detestables siempre, deben ser desechadas por las personas con clase.

4. Reducir al mínimo el egoísmo y el orgullo. Una mujer de clase, no lo será si se muestra egoísta, o sea, si se convierte en un centro de intereses materialistas y de satisfacciones personales a costa de perjudicar a los demás, ni tampoco se dará tono, adoptando aires de suficiencia. Todo esto indica un carácter mezquino y una falta de seguridad interior. La amabilidad, el saber dar, el interés por los demás, el deseo de comprenderlos y ayudarlos son prerrogativas importantes del ser humano.

Éste es a nuestro juicio el comentario más importante del artículo, el mas sincero, el mas digno, intelligenti pauca.

5. Librarse de los seis pecados capitales de la belleza. Viviane Romance estableció experimentalmente¿? La influencia perjudicial de los malos sentimientos en el rostro: la avaricia adelgaza los labios, la ira inyecta los ojos en sangre y crea arrugas, el ocio deja las mejillas lacias; la gula da pesadez a la fisonomía y la envidia deshidrata la epidermis.

En Definitiva hay que ser culta sin ostentación, generosa sin cálculo, gentil sin complacencia por serlo, bella por el placer de agradarse a sí misma y a los demás.

Esta si que es la joya de los avisos de nuestra profesora, oye, y justo colofón.

Hala! ya podemos sentirnos como Hylas entre las ninfas, según las pintó John Waterhouse; se decía que aquellas, como digo yo hoy, de las mujeres con clase, sólo pueden verlas los hombres sensibles. Y las mujeres, añadiríamos.

Con ésto termino, recojo y me retiro; y me hago merecedor de los regalos que mis compañeros de página me han hecho esta semana, El Retrato de Dorian Gray, y tres latas de atún, ojalá fueran por ser un articulista de tomo y lomo (de atún), me temo que sólo llegamos a articuleros, que es el despectivo del anterior; y sea por el tema, porque Wilde exaltó la belleza en su magnífico libro, y porque el atún, nos alimenta, los mas de los días, a los solteros, como la admiración por lo bello.

Luis.





4 comentarios:

Alejandro Perez dijo...

Nunca he sido amigo de las prisas, y entiendo que cada cual necesita su tiempo para crear. Merece la pena esperar lo que sea necesario si el resultado es de este calibre. Lo he disfrutado mucho, gracias.

El Tio Barbassa dijo...

Cuan diferentes son las mujeres de hoy con las de hace 34 años. Las de ayer sabían comer sin poner los codos en la mesa, las de hoy ponen los codos para aguantarse la cabeza para comer y en todo caso mientras practican una pilonada. Las de ayer pensaban que el matrimonio era para toda la vida, las de hoy se casan como inversión. Aquellas, a parte de para procrear, les encantaba ser penetradas, las de hoy se comen una manzana mientras son penetradas y en todo caso les encanta dormirse metiéndote el dedo medio en el recto como vínculo de unión.

Constantinopla Ismael dijo...

Me voy al campo a pensar un poco...

j dijo...

jajaja...

Yo creo que si por clase entendemos elegancia,el atributo tiene que ver con la personalidad y no con la educación ni con el conocimiento del protocolo. Esto, por hacerla más democrática, hace sumamente atractiva la elegancia (la femenina y la masculina).

En cualquier caso Sir Mola, hombre elegante entre los elegantes, me ha gustado mucho reconocer los años de amistad, las cuitas compartidas, entre las lineas que escribes.

Bsos, bsos y bsos,
J