Pocas palabras son tan antiguas y han permanecido tan inalteradas como idiota.
Es utilizada en casi todos los lenguajes occidentales con gran frecuencia, de hecho es una de las pocas palabras que de promedio se escuchan más de 10 veces al día. Esta definición de una persona con muy pocas luces tiene una historia bastante particular.
En Grecia ser un ciudadano de una polis libre y no participar en la vida política de la ciudad era considerado taboo. Claro, ya que significaba en cierto modo que a pesar de ser libre, prefería que su vida fuese manejada por otros.
A éstas personas se las denominaba IDIOTAS, lo cual significaba en cierta medida un ciudadano indolente e inactivo.
Con el paso de los años y la subida de Roma al poder la palabra adquiriría un nuevo significado. Debido a que en Roma el control político no era tan democrático como en Grecia, y por ende llamar idiota a un plebeyo no tenía mucho sentido, ya que a pesar de ser libre no podía participar directamente en el manejo de Roma, idiota comienza a ser utilizada para referirse a personas ignorantes o demasiado tontas que no podían manejarse por si mismas -generalmente personas que debían ser mantenidas por familiares-.
En el siglo 19 toma un significado científico al ser utilizada para definir a personas con un IQ inferior a 20 que no podrían vivir o mantenerse por si mismas.
Con el devenir de los años y cada vez que se popularizaba el término como insulto general, las autoridades de turno lo cambiaban para que el colectivo no se viera resentido más de lo que ya lo estaba. Y así los idiotas se convirtieron en imbéciles, para más tarde ser retrasados, luego subnormales y por último síndrome de Down.
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