Aunque parezca increíble, cada ser es único e irrepetible; o dicho de otra manera, cada persona es una combinación única e irrepetible: en su mezcla genética exclusiva, en un tiempo y lugar determinado, y en las singulares experiencias que se ha encontrado y que le han conformado. Pinzas.
Cuando voy por la calle, yo no me cruzo con personas, me cruzo con combinaciones que a veces son mágicas, otras trágicas y, en muchas ocasiones, grises.
Para conocer a esas combinaciones únicas, nos encontramos con clasificaciones divertidas, necesarias y reveladoras.
Huelga decir que toda catalogación de personas es muy peligrosa, y que debe usarse con muchas cautelas para no herir ningún alma sensible (Todas). Pero como decía Maritere en un texto reciente: “estos recursos son enormemente útiles y lo son, a mi juicio, por una simple razón: una vez desbrozados, detrás de todos ellos, está la (cruda) realidad. La verdad. Nada más y nada menos. Una verdad exagerada, hiperbólica, disfrazada, ornamentada, camuflada… Pero verdad, al fin y al cabo. Como ocurre con las caricaturas: esa nariz, esa oreja, esos ojos, ese cuello, esa silueta…¡ no son los míos!, pero todos nos reconocemos al instante".
Una vez avisados de estas necesarias precauciones, paso a compartir con vosotros algunas clasificaciones:
- En primer lugar, voy a destacar las categorías de personas que hace Milan Kundera en su libro La Insoportable Levedad del Ser:
“Todos necesitamos que alguien nos mire. Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir.
La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. Ese es el caso del cantante alemán, de la actriz norteamericana y también del redactor con largas barbas. Estaba acostumbrado a sus lectores y, cuando un buen día los rusos cerraron su semanario, tuvo la sensación de que el aire era cien veces más enrarecido. Nadie podía reemplazarle la mirada de los ojos desconocidos. Le pareció que se ahogaba. Entonces fue cuando advirtió que la policía vigilaba todos sus pasos, que oían sus conversaciones por teléfono y que hasta le sacaban en secreto fotos en la calle. ¡ De nuevo los ojos anónimos estaban en todas partes y el podía respirar de nuevo! ¡ Estaba feliz! Se dirigía con voz teatral a los micrófonos de las paredes. Había encontrado en la policía el público perdido.
La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría quienes, cuando pierden a su público, tienen la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz. A casi todos ellos le sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas. Entre estos está Marie-Claude y su hija.
Luego está la tercera categoría, la que necesitan la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerraran los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. Pertenecen a este grupo Teresa y Tomás.
Y hay también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada de personas ausentes. Son los soñadores. Por ejemplo Franz. El único motivo de su viaje hasta la frontera de Camboya fue Sabina. El autobús traquetea la carretera tailandesa y él siente que su larga mirada se fija en él.
A la misma categoría pertenece también el hijo de Tomás. Lo llamaré Simón. (Se alegra de tener un nombre bíblico como su padre.) Los ojos que anhela son los de Tomás. Cuando se comprometió en la recogida de firmas lo echaron de la Universidad. La chica con la que salía era sobrina de un cura del pueblo. Se casó con ella, se hizo tractorista en la cooperativa, católico practicante y padre. Después se enteró por medio de algún amigo de que Tomás también vivía en el campo y se alegró: ¡ el destino había logrado que sus vidas fuesen simétricas! Aquello lo impulso a escribirle una carta. No pedía respuesta. Lo único que quería era que Tomás dirigiera su mirada hacia su vida.”
- En segundo lugar, transcribiros la clara distinción de José Ortega y Gasset: “Cuando se habla de una minorías selectas, la habitual bellaquería suele tergiversar el sentido de esta expresión, fingiendo ignorar que el hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores. Y es indudable que la división más radical que cabe hacer de la humanidad es ésta, en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva.”
- En tercer lugar, preguntando a la gente, he corroborado que para la mayoría lo primero que le viene a la cabeza al estar frente a una persona es si ésta tiene educación o no.
- Otra clasificación nos la revela el Doctor M., que tiene por costumbre distinguir entre las personas que tienen gusto y las que no lo tienen. Cuestión importantísima y que hoy parece estar en un segundo plano. Vamos conociendo a gente y prestamos atención a su educación o a qué mirada necesitan… y cuando nos queremos dar cuenta vamos recorriendo la vida junto a un hortera de cabo a rabo. Así pues, tal y como está el panorama nacional e incluso universal, hay que estar ojo avizor en esta cuestión.
- Doña Lariña Picapleitos cuando tiene una persona en frente en seguida se fija de forma instintiva en si ésta tiene entidad o no. Si tiene entidad (bancaria, supongo yo) merecerá la pena hablar con él; en caso contrario, le lanzará una mirada de desprecio.
- Alfredo de la Cruz lo tiene claro: el criterio de distinción de las personas lo basa en la prensa que compran, pasean y leen: El Mundo, El País, ABC, prensa local, prensa deportiva, revistas eróticas, prensa internacional, etc. Alfredo considera que éste es un punto importantísimo para ver cómo respira una persona. Importantísimo en un país donde sus políticos, más allá de la gestión de las cuestiones económicas, se meten en nuestras cocinas y marcan hasta nuestras costumbres culinarias y religiosas. Alfredo dice que solo se siente tranquilo y feliz con los que no leen prensa o, en cualquier caso, con los que sólo compran revistas eróticas.
- El Sr. Seudónimo Pendiente distingue entre personas con iniciativa y gregarios (3. adj. Dicho de una persona: Que, junto con otras, sigue ciegamente las ideas o iniciativas ajenas. U. m. c. s. m.)
- Alo Alo, hace, a mi juicio, la distinción más importante, que consiste en discernir entre personas a las que le podría pedir que le ayudasen a esconder un cadáver y personas a las que jamás les pediría esconder un cadáver.
Para terminar, y a modo de ejemplo, os indicaré que Onésimo Mediano es una combinación que se guía por la mirada de ojos anónimos, se exige mucho a si mismo, lee el Diario de Burgos, que tiene buena educación, buen gusto, entidad, iniciativa, y a la que sí le pedirías que te ayudase a esconder un cadáver; sería muy parecido a Gumersindo de la Nuez si no fuese porque éste último es una combinación sin gusto alguno, lee el Marca, y jamás le pedirías que te ayudase a esconder un cadáver. De ello podéis estar seguros.
¿Qué mirada os persigue?