Adolf Eichman declarándose culpable en Israel
Adolf Eichmann, lugarteniente de Hitler y el mayor ideólogo del Holocausto judío, fue juzgado en Jerusalén por crímenes contra la humanidad. Fue declarado culpable y condenado a muerte el 1 de junio de 1962. Antes de ser ejecutado en la horca, Eichmann dijo:
Un año después, Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, se preguntaba cómo era posible que una persona común y corriente, que no tenía un especial odio hacia los judíos, hubiera podido contribuir activamente en el Holocausto sólo por haber recibido órdenes. Eichmann fue el encargado de la logística de transportes de los campos de concentración nazis y puso tanto celo en su trabajo que, incluso habiendo detenido Hitler las ejecuciones masivas de prisioneros judíos al final de la guerra, él continuó llevándolas a cabo.
"Nunca perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia."
"Larga vida a Alemania. Larga vida a Austria. Larga vida a Argentina. Estos son los países con los que más me identifico. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo."
Un año después, Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, se preguntaba cómo era posible que una persona común y corriente, que no tenía un especial odio hacia los judíos, hubiera podido contribuir activamente en el Holocausto sólo por haber recibido órdenes. Eichmann fue el encargado de la logística de transportes de los campos de concentración nazis y puso tanto celo en su trabajo que, incluso habiendo detenido Hitler las ejecuciones masivas de prisioneros judíos al final de la guerra, él continuó llevándolas a cabo.
Stanley Milgram
Milgram puso entonces en marcha un experimento pionero sobre la obediencia humana. A través de anuncios en un periódico de Connecticut contrató varios voluntarios para participar en lo que se publicitaba como un estudio "Sobre el aprendizaje y la memoria en la Universidad de Yale", a quienes se les pagaría US$ 4 por el par de horas que duraría el experimento. Algo así como unos US$ 28 actuales.
A los voluntarios que se presentaron se les ocultó que en realidad iban a participar en una investigación sobre la obediencia a la autoridad. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad de todo tipo de educación: había desde los que acababan de salir de la escuela primaria hasta participantes con doctorados.
A los voluntarios que se presentaron se les ocultó que en realidad iban a participar en una investigación sobre la obediencia a la autoridad. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad de todo tipo de educación: había desde los que acababan de salir de la escuela primaria hasta participantes con doctorados.
Los voluntarios que acudieron al llamado del anuncio se reunieron en un laboratorio de psicología donde los recibió un hombre con bata blanca de aspecto agradable, de unos 50 años de edad aproximadamente. Se les dijo que el experimento consistía en que un voluntario iba a ejercer el papel de "profesor" y otro voluntario iba a ejercer el papel de "estudiante" al que se le iba a castigar, con la finalidad de determinar los efectos del castigo en el aprendizaje.
El alumno estaría atado a una especie de silla eléctrica en una habitación contigua y conectado a unos electrodos donde sólo podría escuchar las instrucciones que le daba el otro voluntario que sería el profesor. Cada vez que el estudiante cometiera un error al memorizar una lista de palabras, recibiría una descarga eléctrica por parte del profesor, las cuales "serian un poco molestas y hasta dolorosas, pero que no ocasionarían daños permanentes".
El alumno estaría atado a una especie de silla eléctrica en una habitación contigua y conectado a unos electrodos donde sólo podría escuchar las instrucciones que le daba el otro voluntario que sería el profesor. Cada vez que el estudiante cometiera un error al memorizar una lista de palabras, recibiría una descarga eléctrica por parte del profesor, las cuales "serian un poco molestas y hasta dolorosas, pero que no ocasionarían daños permanentes".
El "profesor voluntario" iba a estar sentado frente a una consola que tenía treinta interruptores. Cada uno llevaba marcado el voltaje que supuestamente se aplicaría al alumno, empezando desde 15 hasta los 450 voltios. Estos interruptores estaban separados a su vez en grupos de a cuatro y tenían estas descripciones:
Descarga ligera (de 15 a 60 voltios)Descarga moderada (75 a 120)
Descarga fuerte (135 a 180)
Descarga muy fuerte (195 a 240)
Descarga intensa (255 a 300)
Descarga extremadamente intensa (315 a 360)
Peligro: Descarga severa (375 a 420)
Pasados los 420 voltios había dos interruptores marcados con equis y que correspondían a 435 y 450 voltios.
Esta consola estaba diseñada para que cuando cada interruptor se activara, se encendiera una luz y la aguja de un supuesto voltímetro empezara a oscilar. También se escuchaba el respectivo zumbido eléctrico. Es importante señalar que no existía contacto visual entre profesor y el alumno, el primero sólo se podía comunicar con el segundo a través de un micrófono, por el cual le iría leyendo las palabras. El alumno, por su lado, no tenía micrófono. Él debía comunicarse con el profesor por medio de 4 interruptores, para elegir entre las posibles respuestas correctas.
La prueba debía transcurrir así: cada vez que el alumno acertara, el profesor pasaría al siguiente grupo de palabras, pero si fallaba se le aplicaría una descarga eléctrica. El experimento empezaba con una descarga de 15 voltios en la primera repuesta errada, 30 voltios en la segunda, 45 voltios en la tercera, y así sucesivamente (incrementándose de 15 en 15).
Lo que los voluntarios nunca supieron es que todos, absolutamente todos, serían profesores. Esto se lograba haciendo pasar a cada voluntario junto a un actor (que también simulaba ser voluntario) previamente contratado por Milgram. Luego de un sorteo trucado, al actor siempre le correspondía ser el alumno.
Este actor ya había sido previamente aleccionado por el investigador, para que respondiera un promedio de tres veces erróneas por cada vez que lo hacía correctamente. De este modo el voltaje que el profesor creía que aplicaba al alumno iba "subiendo" rápidamente. Como era actor, podía fácilmente simular los efectos de las sucesivas descargas. Así, y a medida que el nivel de descarga "aumentaba", el actor comenzaba a golpear en el vidrio que lo separaba del "maestro" voluntario y hasta se quejaba de su condición de enfermo del corazón. Luego de quejarse a gritos de dolor, pedía el fin del experimento. Cuando llegaban a los 270 voltios gritaba de agonía, y si el maestro voluntario pasaba de este nivel y alcanzaba los 300 voltios, el "alumno" dejaba de responder a las preguntas y simulaba (mediante sonidos) ser víctima de convulsiones.
Hubo diferentes reacciones de los voluntarios durante el experimento. Cuando llegaban a darle 75 voltios, algunos se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de su "alumno" y querían parar la prueba, entonces pedían instrucciones al hombre de la bata blanca. Le preguntaban si el "alumno" estaba bien, pero este les decía muy seriamente y con un enérgico tono de voz que siguieran, que no se preocuparan.
Aquí Milgram aprovechaba para darles la orden de que si el alumno no respondía, debía ser considerada como una respuesta errónea: “Espere de 5 a 10 segundos y si no hay respuesta aplique la correspondiente descarga eléctrica”.
Al llegar a los 135 voltios, muchos de los voluntarios se detenían y preguntaban el propósito del experimento. Había otros que decidían continuar, pero dejando en claro que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su alumno.
Lo que los voluntarios nunca supieron es que todos, absolutamente todos, serían profesores. Esto se lograba haciendo pasar a cada voluntario junto a un actor (que también simulaba ser voluntario) previamente contratado por Milgram. Luego de un sorteo trucado, al actor siempre le correspondía ser el alumno.
Este actor ya había sido previamente aleccionado por el investigador, para que respondiera un promedio de tres veces erróneas por cada vez que lo hacía correctamente. De este modo el voltaje que el profesor creía que aplicaba al alumno iba "subiendo" rápidamente. Como era actor, podía fácilmente simular los efectos de las sucesivas descargas. Así, y a medida que el nivel de descarga "aumentaba", el actor comenzaba a golpear en el vidrio que lo separaba del "maestro" voluntario y hasta se quejaba de su condición de enfermo del corazón. Luego de quejarse a gritos de dolor, pedía el fin del experimento. Cuando llegaban a los 270 voltios gritaba de agonía, y si el maestro voluntario pasaba de este nivel y alcanzaba los 300 voltios, el "alumno" dejaba de responder a las preguntas y simulaba (mediante sonidos) ser víctima de convulsiones.
Hubo diferentes reacciones de los voluntarios durante el experimento. Cuando llegaban a darle 75 voltios, algunos se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de su "alumno" y querían parar la prueba, entonces pedían instrucciones al hombre de la bata blanca. Le preguntaban si el "alumno" estaba bien, pero este les decía muy seriamente y con un enérgico tono de voz que siguieran, que no se preocuparan.
Aquí Milgram aprovechaba para darles la orden de que si el alumno no respondía, debía ser considerada como una respuesta errónea: “Espere de 5 a 10 segundos y si no hay respuesta aplique la correspondiente descarga eléctrica”.
Al llegar a los 135 voltios, muchos de los voluntarios se detenían y preguntaban el propósito del experimento. Había otros que decidían continuar, pero dejando en claro que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su alumno.
Si el voluntario le expresaba al investigador que ya no deseaba continuar con el experimento, éste le soltaba algunas frases pre establecidas y con un tono tan enérgico que hasta llegaba a ser imperativo, una orden, según el grado de instrucción del voluntario. El tipo de frases eran:
- Continúe, por favor.- El experimento requiere que usted continúe.
- Es absolutamente esencial que usted continúe.
- Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.
Si después de esta última frase el voluntario se negaba a continuar, se paraba el experimento. Si decidía seguir, se detenía después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.
Los resultados fueron aterradores. De los 40 voluntarios que ejercieron como profesores en el experimento, dos de cada 3 obedecieron las órdenes y siguieron dando descargas hasta llegar al voltaje más alto posible. Solamente 14 voluntarios se rebelaron ante los gritos de dolor del alumno. Otro detalle sorprendente, aunque difícilmente evaluable, fueron las muestras de tensión mostradas por los voluntarios: sudores, temblores, tartamudeos, gemidos, mordeduras de los labios y hasta incluso risas nerviosas y grotescas.
Uno desde fuera tendería a suponer que el voluntario simplemente continuaría con el experimento o lo abandonaría, una de dos, según el dictamen de su conciencia. Sin embargo eso no fue esto lo que ocurrió. La mayoría continuó cuando se les aseguró que estarían excentos de responsabilidad. El 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios (la máxima), aunque muchos se sintieron incómodos al hacerlo. Todos pararon en cierto momento y cuestionaron el experimento, algunos incluso dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado, pero ningún participante se negó rotundamente a aplicar las descargas antes de alcanzar los 300 voltios.
Milgram repitió el experimento haciendo algunas variaciones, llegando a analizar a más de mil voluntarios adultos y los resultados fueron básicamente los mismos: un alto porcentaje de individuos, a pesar de que desaprobaban las técnicas que se aplicaban en el experimento, y a pesar de sentirse preocupados por su participación en el mismo, obedecían las órdenes administrando castigo a una persona inocente, sabiendo que eran descargas "dolorosas". Un hombre de bata blanca siempre representaba la "autoridad" en sus experimentos.
Aunque en la sociedad es muy común ver variados tipos y niveles de obediencia, la "obediencia ciega" es muy rara y sólo se ha visto en eventos puntuales de la historia. El "Experimento de Milgrad" quizá pueda ser el inicio para entender ciertos fenómenos como el fascismo, el nazismo, y de algunas sectas religiosas donde sus integrantes -cual autómatas- llegaron a profesar ciega obediencia a sus líderes sin cuestionar la catadura moral de sus órdenes, y lo que es peor, someterse a ellas y cumplirlas sin atisbos (evidentes al menos), de remordimiento.
Peter Malkin, el agente del Mossad que capturó a Adolf Eichmann en la espectacular Operación Garibaldi, declaró 15 años después: "Lo más inquietante de Eichmann es que no era un monstruo, sino un ser humano".Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6
1 comentario:
Interesantísimo! andarás liado y escaso de tiempo pero, si puedes, sigue añadiendo artículos.
abrazo!
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