lunes, 2 de julio de 2012
Allegro ma non Troppo
“Tengo la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, de que los hombres no son iguales, de que algunos son estúpidos y otros no lo son.” Carlo Cipolla
LAS LEYES FUNDAMENTALES DE LA ESTUPIDEZ HUMANA
1. La Primera Ley Fundamental: " Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo".
2. La Segunda Ley Fundamental: " La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".
3. La Tercera Ley Fundamental: " Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".
4. La Cuarta Ley Fundamental: " Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error".
5. La Quinta Ley Fundamental: " La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado".
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DE PERSONAS
Todos los seres humanos están incluidos en una de estas cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos.
Los Incautos: Podemos recordar ocasiones en que un individuo realizó una acción (es decisivo que sea él quién la inicie), cuyo resultado fue una pérdida para él y una ganancia para nosotros: habíamos entrado en contacto con un incauto.
Los Inteligentes: Igualmente nos vienen a la memoria ocasiones en que un individuo realizó una acción de la que ambas partes obtuvimos provecho: se trataba de una persona inteligente.
Una persona inteligente puede alguna vez comportarse como una incauta, como puede también alguna vez adoptar una actitud malvada. Pero, puesto que la persona en cuestión es fundamentalmente inteligente, la mayor parte de sus acciones tendrán la característica de la inteligencia.
En determinadas circunstancias una persona actúa inteligentemente, y en otras circunstancias esta misma persona puede comportarse como una incauta. La única excepción importante a la regla la representan las personas estúpidas que, normalmente, muestran la máxima tendencia a una total coherencia en cualquier campo de actuación.
Los Malvados: Todos nosotros recordamos ocasiones en que, desgraciadamente, estuvimos relacionados con un individuo que consiguió una ganancia causándonos perjuicio a nosotros: nos encontramos frente a un malvado.
Existen diversos tipos de malvados; el malvado perfecto es aquél que con sus acciones causa a otro pérdidas equivalentes a sus ganancias. Otro tipo de malvados son aquellos que obtienen para sí ganancias mayores que las pérdidas que ocasionan en los demás, esos son deshonestos y con un grado elevado de inteligencia, pero la mayoría de los malvados son individuos cuyas acciones les proporcionan beneficios inferiores a las pérdidas ocasionadas a los demás. Este individuo se situará muy cerca del límite de la estupidez pura.
Los Estúpidos: Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de las dudosas acciones de alguna absurda criatura a la que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daños, frustraciones y dificultades, sin que ella vaya a ganar absolutamente nada con sus acciones.
Nadie sabe, entiende o puede explicar por qué esta absurda criatura hace lo que hace. En realidad no existe explicación -o mejor dicho- solo hay una explicación: la persona en cuestión es estúpida.
La mayoría de las personas estúpidas son fundamentalmente y firmemente estúpidas, en otras palabras, insisten con perseverancia en causar daños o pérdidas a otras personas sin obtener ninguna ganancia para sí, sea esto positivo o negativo. Pero aún hay más. Existen personas que con sus inverosímiles acciones, no solo causan daños a otras personas, sino también a sí mismos. Estas personas pertenecen al género de los superestúpidos.
EL PODER DE LA ESTUPIDEZ
Como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales: del factor genético y del grado de poder o autoridad que ocupa en la sociedad.
Nos queda aún por explicar y entender qué es lo que básicamente vuelve peligrosa a una persona estúpida; en otras palabras en qué consiste el poder de la estupidez.
Esencialmente, los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido.
Una persona inteligente puede entender la lógica del malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad: racionalidad perversa, si se quiere, pero al fin y al cabo racionalidad. El malvado quiere añadir un "más" a su cuenta. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener un "más" para sí, procurando también al mismo tiempo un "más" para los demás, deberá obtener su "más" causando un "menos" a su prójimo.
Desde luego, esto no es justo, pero es racional, y si es racional uno puede preverlo.
Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Una criatura estúpida os perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever si, cuándo, cómo, y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.
Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, de ello se deriva que generalmente el ataque nos coge por sorpresa incluso cuando se tiene conocimiento del ataque no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque, en sí mismo carece de cualquier tipo de estructura racional.
El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario de todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora.
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente.
No hay que asombrarse de que las personas incautas, generalmente no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni las malvadas consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez.
Generalmente, se tiende incluso a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto significa que se está confundiendo la estupidez con la candidez.
SOCIEDAD Y ESTUPIDEZ
Sería un grave error creer que el número de estúpidos es más elevado en una sociedad en decadencia que en una sociedad en ascenso. Ambas se ven aquejadas por el mismo porcentaje de estúpidos. La diferencia entre ambas sociedades reside en el hecho de que en la sociedad en declive los miembros estúpidos de la sociedad se vuelven más activos por la actuación permisiva de los otros miembros.
Un pais en ascenso tiene también un porcentaje insólitamente alto de individuos inteligentes que procuran tener controlada a la fracción de los estúpidos, y que, al mismo tiempo, producen para ellos mismos y para los otros miembros de la comunidad ganancias suficientes como para que el progreso sea un hecho.
En un país en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual; sin embargo, en el resto de la población se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los incautos.
LAS LEYES FUNDAMENTALES DE LA ESTUPIDEZ HUMANA
1. La Primera Ley Fundamental: " Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo".
2. La Segunda Ley Fundamental: " La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".
3. La Tercera Ley Fundamental: " Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".
4. La Cuarta Ley Fundamental: " Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error".
5. La Quinta Ley Fundamental: " La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado".
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DE PERSONAS
Todos los seres humanos están incluidos en una de estas cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos.
Los Incautos: Podemos recordar ocasiones en que un individuo realizó una acción (es decisivo que sea él quién la inicie), cuyo resultado fue una pérdida para él y una ganancia para nosotros: habíamos entrado en contacto con un incauto.
Los Inteligentes: Igualmente nos vienen a la memoria ocasiones en que un individuo realizó una acción de la que ambas partes obtuvimos provecho: se trataba de una persona inteligente.
Una persona inteligente puede alguna vez comportarse como una incauta, como puede también alguna vez adoptar una actitud malvada. Pero, puesto que la persona en cuestión es fundamentalmente inteligente, la mayor parte de sus acciones tendrán la característica de la inteligencia.
En determinadas circunstancias una persona actúa inteligentemente, y en otras circunstancias esta misma persona puede comportarse como una incauta. La única excepción importante a la regla la representan las personas estúpidas que, normalmente, muestran la máxima tendencia a una total coherencia en cualquier campo de actuación.
Los Malvados: Todos nosotros recordamos ocasiones en que, desgraciadamente, estuvimos relacionados con un individuo que consiguió una ganancia causándonos perjuicio a nosotros: nos encontramos frente a un malvado.
Existen diversos tipos de malvados; el malvado perfecto es aquél que con sus acciones causa a otro pérdidas equivalentes a sus ganancias. Otro tipo de malvados son aquellos que obtienen para sí ganancias mayores que las pérdidas que ocasionan en los demás, esos son deshonestos y con un grado elevado de inteligencia, pero la mayoría de los malvados son individuos cuyas acciones les proporcionan beneficios inferiores a las pérdidas ocasionadas a los demás. Este individuo se situará muy cerca del límite de la estupidez pura.
Los Estúpidos: Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de las dudosas acciones de alguna absurda criatura a la que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daños, frustraciones y dificultades, sin que ella vaya a ganar absolutamente nada con sus acciones.
Nadie sabe, entiende o puede explicar por qué esta absurda criatura hace lo que hace. En realidad no existe explicación -o mejor dicho- solo hay una explicación: la persona en cuestión es estúpida.
La mayoría de las personas estúpidas son fundamentalmente y firmemente estúpidas, en otras palabras, insisten con perseverancia en causar daños o pérdidas a otras personas sin obtener ninguna ganancia para sí, sea esto positivo o negativo. Pero aún hay más. Existen personas que con sus inverosímiles acciones, no solo causan daños a otras personas, sino también a sí mismos. Estas personas pertenecen al género de los superestúpidos.
EL PODER DE LA ESTUPIDEZ
Como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales: del factor genético y del grado de poder o autoridad que ocupa en la sociedad.
Nos queda aún por explicar y entender qué es lo que básicamente vuelve peligrosa a una persona estúpida; en otras palabras en qué consiste el poder de la estupidez.
Esencialmente, los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido.
Una persona inteligente puede entender la lógica del malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad: racionalidad perversa, si se quiere, pero al fin y al cabo racionalidad. El malvado quiere añadir un "más" a su cuenta. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener un "más" para sí, procurando también al mismo tiempo un "más" para los demás, deberá obtener su "más" causando un "menos" a su prójimo.
Desde luego, esto no es justo, pero es racional, y si es racional uno puede preverlo.
Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Una criatura estúpida os perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever si, cuándo, cómo, y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.
Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, de ello se deriva que generalmente el ataque nos coge por sorpresa incluso cuando se tiene conocimiento del ataque no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque, en sí mismo carece de cualquier tipo de estructura racional.
El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario de todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora.
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente.
No hay que asombrarse de que las personas incautas, generalmente no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni las malvadas consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez.
Generalmente, se tiende incluso a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto significa que se está confundiendo la estupidez con la candidez.
SOCIEDAD Y ESTUPIDEZ
Sería un grave error creer que el número de estúpidos es más elevado en una sociedad en decadencia que en una sociedad en ascenso. Ambas se ven aquejadas por el mismo porcentaje de estúpidos. La diferencia entre ambas sociedades reside en el hecho de que en la sociedad en declive los miembros estúpidos de la sociedad se vuelven más activos por la actuación permisiva de los otros miembros.
Un pais en ascenso tiene también un porcentaje insólitamente alto de individuos inteligentes que procuran tener controlada a la fracción de los estúpidos, y que, al mismo tiempo, producen para ellos mismos y para los otros miembros de la comunidad ganancias suficientes como para que el progreso sea un hecho.
En un país en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual; sin embargo, en el resto de la población se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los incautos.
domingo, 1 de julio de 2012
lunes, 19 de marzo de 2012
El Experimento de Milgram:
Adolf Eichman declarándose culpable en Israel
Adolf Eichmann, lugarteniente de Hitler y el mayor ideólogo del Holocausto judío, fue juzgado en Jerusalén por crímenes contra la humanidad. Fue declarado culpable y condenado a muerte el 1 de junio de 1962. Antes de ser ejecutado en la horca, Eichmann dijo:
Un año después, Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, se preguntaba cómo era posible que una persona común y corriente, que no tenía un especial odio hacia los judíos, hubiera podido contribuir activamente en el Holocausto sólo por haber recibido órdenes. Eichmann fue el encargado de la logística de transportes de los campos de concentración nazis y puso tanto celo en su trabajo que, incluso habiendo detenido Hitler las ejecuciones masivas de prisioneros judíos al final de la guerra, él continuó llevándolas a cabo.
"Nunca perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia."
"Larga vida a Alemania. Larga vida a Austria. Larga vida a Argentina. Estos son los países con los que más me identifico. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo."
Un año después, Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, se preguntaba cómo era posible que una persona común y corriente, que no tenía un especial odio hacia los judíos, hubiera podido contribuir activamente en el Holocausto sólo por haber recibido órdenes. Eichmann fue el encargado de la logística de transportes de los campos de concentración nazis y puso tanto celo en su trabajo que, incluso habiendo detenido Hitler las ejecuciones masivas de prisioneros judíos al final de la guerra, él continuó llevándolas a cabo.
Stanley Milgram
Milgram puso entonces en marcha un experimento pionero sobre la obediencia humana. A través de anuncios en un periódico de Connecticut contrató varios voluntarios para participar en lo que se publicitaba como un estudio "Sobre el aprendizaje y la memoria en la Universidad de Yale", a quienes se les pagaría US$ 4 por el par de horas que duraría el experimento. Algo así como unos US$ 28 actuales.
A los voluntarios que se presentaron se les ocultó que en realidad iban a participar en una investigación sobre la obediencia a la autoridad. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad de todo tipo de educación: había desde los que acababan de salir de la escuela primaria hasta participantes con doctorados.
A los voluntarios que se presentaron se les ocultó que en realidad iban a participar en una investigación sobre la obediencia a la autoridad. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad de todo tipo de educación: había desde los que acababan de salir de la escuela primaria hasta participantes con doctorados.
Los voluntarios que acudieron al llamado del anuncio se reunieron en un laboratorio de psicología donde los recibió un hombre con bata blanca de aspecto agradable, de unos 50 años de edad aproximadamente. Se les dijo que el experimento consistía en que un voluntario iba a ejercer el papel de "profesor" y otro voluntario iba a ejercer el papel de "estudiante" al que se le iba a castigar, con la finalidad de determinar los efectos del castigo en el aprendizaje.
El alumno estaría atado a una especie de silla eléctrica en una habitación contigua y conectado a unos electrodos donde sólo podría escuchar las instrucciones que le daba el otro voluntario que sería el profesor. Cada vez que el estudiante cometiera un error al memorizar una lista de palabras, recibiría una descarga eléctrica por parte del profesor, las cuales "serian un poco molestas y hasta dolorosas, pero que no ocasionarían daños permanentes".
El alumno estaría atado a una especie de silla eléctrica en una habitación contigua y conectado a unos electrodos donde sólo podría escuchar las instrucciones que le daba el otro voluntario que sería el profesor. Cada vez que el estudiante cometiera un error al memorizar una lista de palabras, recibiría una descarga eléctrica por parte del profesor, las cuales "serian un poco molestas y hasta dolorosas, pero que no ocasionarían daños permanentes".
El "profesor voluntario" iba a estar sentado frente a una consola que tenía treinta interruptores. Cada uno llevaba marcado el voltaje que supuestamente se aplicaría al alumno, empezando desde 15 hasta los 450 voltios. Estos interruptores estaban separados a su vez en grupos de a cuatro y tenían estas descripciones:
Descarga ligera (de 15 a 60 voltios)Descarga moderada (75 a 120)
Descarga fuerte (135 a 180)
Descarga muy fuerte (195 a 240)
Descarga intensa (255 a 300)
Descarga extremadamente intensa (315 a 360)
Peligro: Descarga severa (375 a 420)
Pasados los 420 voltios había dos interruptores marcados con equis y que correspondían a 435 y 450 voltios.
Esta consola estaba diseñada para que cuando cada interruptor se activara, se encendiera una luz y la aguja de un supuesto voltímetro empezara a oscilar. También se escuchaba el respectivo zumbido eléctrico. Es importante señalar que no existía contacto visual entre profesor y el alumno, el primero sólo se podía comunicar con el segundo a través de un micrófono, por el cual le iría leyendo las palabras. El alumno, por su lado, no tenía micrófono. Él debía comunicarse con el profesor por medio de 4 interruptores, para elegir entre las posibles respuestas correctas.
La prueba debía transcurrir así: cada vez que el alumno acertara, el profesor pasaría al siguiente grupo de palabras, pero si fallaba se le aplicaría una descarga eléctrica. El experimento empezaba con una descarga de 15 voltios en la primera repuesta errada, 30 voltios en la segunda, 45 voltios en la tercera, y así sucesivamente (incrementándose de 15 en 15).
Lo que los voluntarios nunca supieron es que todos, absolutamente todos, serían profesores. Esto se lograba haciendo pasar a cada voluntario junto a un actor (que también simulaba ser voluntario) previamente contratado por Milgram. Luego de un sorteo trucado, al actor siempre le correspondía ser el alumno.
Este actor ya había sido previamente aleccionado por el investigador, para que respondiera un promedio de tres veces erróneas por cada vez que lo hacía correctamente. De este modo el voltaje que el profesor creía que aplicaba al alumno iba "subiendo" rápidamente. Como era actor, podía fácilmente simular los efectos de las sucesivas descargas. Así, y a medida que el nivel de descarga "aumentaba", el actor comenzaba a golpear en el vidrio que lo separaba del "maestro" voluntario y hasta se quejaba de su condición de enfermo del corazón. Luego de quejarse a gritos de dolor, pedía el fin del experimento. Cuando llegaban a los 270 voltios gritaba de agonía, y si el maestro voluntario pasaba de este nivel y alcanzaba los 300 voltios, el "alumno" dejaba de responder a las preguntas y simulaba (mediante sonidos) ser víctima de convulsiones.
Hubo diferentes reacciones de los voluntarios durante el experimento. Cuando llegaban a darle 75 voltios, algunos se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de su "alumno" y querían parar la prueba, entonces pedían instrucciones al hombre de la bata blanca. Le preguntaban si el "alumno" estaba bien, pero este les decía muy seriamente y con un enérgico tono de voz que siguieran, que no se preocuparan.
Aquí Milgram aprovechaba para darles la orden de que si el alumno no respondía, debía ser considerada como una respuesta errónea: “Espere de 5 a 10 segundos y si no hay respuesta aplique la correspondiente descarga eléctrica”.
Al llegar a los 135 voltios, muchos de los voluntarios se detenían y preguntaban el propósito del experimento. Había otros que decidían continuar, pero dejando en claro que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su alumno.
Lo que los voluntarios nunca supieron es que todos, absolutamente todos, serían profesores. Esto se lograba haciendo pasar a cada voluntario junto a un actor (que también simulaba ser voluntario) previamente contratado por Milgram. Luego de un sorteo trucado, al actor siempre le correspondía ser el alumno.
Este actor ya había sido previamente aleccionado por el investigador, para que respondiera un promedio de tres veces erróneas por cada vez que lo hacía correctamente. De este modo el voltaje que el profesor creía que aplicaba al alumno iba "subiendo" rápidamente. Como era actor, podía fácilmente simular los efectos de las sucesivas descargas. Así, y a medida que el nivel de descarga "aumentaba", el actor comenzaba a golpear en el vidrio que lo separaba del "maestro" voluntario y hasta se quejaba de su condición de enfermo del corazón. Luego de quejarse a gritos de dolor, pedía el fin del experimento. Cuando llegaban a los 270 voltios gritaba de agonía, y si el maestro voluntario pasaba de este nivel y alcanzaba los 300 voltios, el "alumno" dejaba de responder a las preguntas y simulaba (mediante sonidos) ser víctima de convulsiones.
Hubo diferentes reacciones de los voluntarios durante el experimento. Cuando llegaban a darle 75 voltios, algunos se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de su "alumno" y querían parar la prueba, entonces pedían instrucciones al hombre de la bata blanca. Le preguntaban si el "alumno" estaba bien, pero este les decía muy seriamente y con un enérgico tono de voz que siguieran, que no se preocuparan.
Aquí Milgram aprovechaba para darles la orden de que si el alumno no respondía, debía ser considerada como una respuesta errónea: “Espere de 5 a 10 segundos y si no hay respuesta aplique la correspondiente descarga eléctrica”.
Al llegar a los 135 voltios, muchos de los voluntarios se detenían y preguntaban el propósito del experimento. Había otros que decidían continuar, pero dejando en claro que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su alumno.
Si el voluntario le expresaba al investigador que ya no deseaba continuar con el experimento, éste le soltaba algunas frases pre establecidas y con un tono tan enérgico que hasta llegaba a ser imperativo, una orden, según el grado de instrucción del voluntario. El tipo de frases eran:
- Continúe, por favor.- El experimento requiere que usted continúe.
- Es absolutamente esencial que usted continúe.
- Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.
Si después de esta última frase el voluntario se negaba a continuar, se paraba el experimento. Si decidía seguir, se detenía después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.
Los resultados fueron aterradores. De los 40 voluntarios que ejercieron como profesores en el experimento, dos de cada 3 obedecieron las órdenes y siguieron dando descargas hasta llegar al voltaje más alto posible. Solamente 14 voluntarios se rebelaron ante los gritos de dolor del alumno. Otro detalle sorprendente, aunque difícilmente evaluable, fueron las muestras de tensión mostradas por los voluntarios: sudores, temblores, tartamudeos, gemidos, mordeduras de los labios y hasta incluso risas nerviosas y grotescas.
Uno desde fuera tendería a suponer que el voluntario simplemente continuaría con el experimento o lo abandonaría, una de dos, según el dictamen de su conciencia. Sin embargo eso no fue esto lo que ocurrió. La mayoría continuó cuando se les aseguró que estarían excentos de responsabilidad. El 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios (la máxima), aunque muchos se sintieron incómodos al hacerlo. Todos pararon en cierto momento y cuestionaron el experimento, algunos incluso dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado, pero ningún participante se negó rotundamente a aplicar las descargas antes de alcanzar los 300 voltios.
Milgram repitió el experimento haciendo algunas variaciones, llegando a analizar a más de mil voluntarios adultos y los resultados fueron básicamente los mismos: un alto porcentaje de individuos, a pesar de que desaprobaban las técnicas que se aplicaban en el experimento, y a pesar de sentirse preocupados por su participación en el mismo, obedecían las órdenes administrando castigo a una persona inocente, sabiendo que eran descargas "dolorosas". Un hombre de bata blanca siempre representaba la "autoridad" en sus experimentos.
Aunque en la sociedad es muy común ver variados tipos y niveles de obediencia, la "obediencia ciega" es muy rara y sólo se ha visto en eventos puntuales de la historia. El "Experimento de Milgrad" quizá pueda ser el inicio para entender ciertos fenómenos como el fascismo, el nazismo, y de algunas sectas religiosas donde sus integrantes -cual autómatas- llegaron a profesar ciega obediencia a sus líderes sin cuestionar la catadura moral de sus órdenes, y lo que es peor, someterse a ellas y cumplirlas sin atisbos (evidentes al menos), de remordimiento.
Peter Malkin, el agente del Mossad que capturó a Adolf Eichmann en la espectacular Operación Garibaldi, declaró 15 años después: "Lo más inquietante de Eichmann es que no era un monstruo, sino un ser humano".Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6
domingo, 18 de marzo de 2012
A los 15 días de octubre de 1495
Fragmento de carta del genovés Michel de Cúneo* a Jerónimo Annari.
*Miembro de la tripulación del segundo viaje de Cristóbal Colón a América.
"Yo que estaba en el barco, me tomé una bellísima caníbal que el almirante graciosamente quiso regalarme. Me la llevé a la cabina, donde viéndola toda desnuda como a su usanza, me vino el deseo de divertirme con ella. Y queriendo dar cuerpo a mis ganas, ella que no quería, se defendía con las uñas en tal modo, que me arrepentí bien rápido de haber comenzado. Visto que no podía comenzar para darle conclusión a la historia, agarré una cuerda y la azoté tanto que ella gritaba con chillidos inauditos, de una violencia increíble. Pero después, para terminar, conciliamos tan bien en la necesidad amorosa que parecía estar amaestrada en la escuela de las putas."
A los 15 días de octubre de 1495
"Io che ero in barca, mi presi una bellissima Camballa che L’Ammiraglio graciosamente volle regalarme. Me la portai in cabina, dove vendendola tuta nuda com’e loro usanza, mi venne desiderio di prendermi sollazzo con lei. E volendo dar corpo alle mie voglie, lei che non voleva, si difese talmente con le unghie, che mi pentii ben presto di aver cominciato. Visto che non potevo venire a capo, per dirvi la conclusione della storia, afferrai una corda e la frustai tanto che lei gridava con urla inaudite, di una violenza incredibile. Ma dopo, per finire, ci accordammo tanto bene nella bisogna amorosa che pareva essere stata ammaestrata alla scuola delle bagasce."
La mujer más bella del Renacimiento murió a los 23 años
Fue una mujer que iluminó con su bello rostro la Florencia del siglo XV. Su nombre de soltera era Simonetta Cattaneo, hija de un noble genovés. Se casó muy joven a la edad de dieciséis años con un vecino de Botticelli llamado Marco Vespucci...
Hay muchas imágenes con las que todo el mundo identifica la época del Renacimiento, obras famosas que se han convertido en verdaderos iconos de la época. Para la mayoría de estas obras los artistas utilizaron como modelos a gente anónima, personas que poseían alguna característica que quería el autor y punto. No se sabe mucho más de ellas. Podemos poner como ejemplo la pintura de Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sixtina, La creación de Adán, o su inquietante y enigmático David. No se sabe quiénes posaron de modelos para esas obras. Incluso la famosa Mona Lisa de Leonardo da Vinci, que ahora se especula sería un retrato de Lisa Gheradini, presenta más dudas que certezas sobre la verdadera identidad de la modelo. Aquí hay que notar que a pesar de los cientos de teorías y consideraciones académicas, la fascinación que ejerce la Mona Lisa tiene más que ver con la enigmática personalidad de Leonardo, que con cualquier persona retratada.
Bueno, algo muy distinto sucede con la obra de Sandro Botticelli porque en ella está plenamente identificada la modelo. Aquí vale una pequeña digreción. El verdadero nombre de Botticelli era Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi. Botticelli significa "barrilito" y es un apodo que adquirió porque a su hermano mayor lo llamaban Botte (barril) debido a su contextura física.
Volviendo al tema, Botticelli nació y fue formado en Florencia bajo la influencia de grandes maestros, y al igual que Leonardo Da Vinci, también fue patrocinado por los Médici, la más poderosa familia florentina de la época. Su historia de éxito y posterior descenso, no nos dice mucho sobre los acontecimientos históricos que moldearon su época; pero aún así, Botticelli nos dejó con algunas de las imágenes más memorables del arte occidental, entre las que sobresale su más famosa obra El Nacimiento de Venus.
Es aquí a donde quería llegar. ¿Quién es la mujer del famoso cuadro de Botticelli?
Pues es ni más ni menos que Simonetta Vespucci, a quien muchos llamaron la mujer bella de la época. En eso coincidían nobles y plebeyos, navegantes y visitantes, propios y extraños.
Pues es ni más ni menos que Simonetta Vespucci, a quien muchos llamaron la mujer bella de la época. En eso coincidían nobles y plebeyos, navegantes y visitantes, propios y extraños.
Fue una mujer que iluminó con su bello rostro la Florencia del siglo XV. Su nombre de soltera era Simonetta Cattaneo, hija de un noble genovés. Se casó muy joven a la edad de dieciséis años con un vecino de Botticelli llamado Marco Vespucci. El joven, que estaba muy enamorado de la bella, fue aceptado de buena gana por el padre de Simonetta debido a que su familia estaba bien conectada en Florencia, en especial con los Médici.
Todos los nobles de la ciudad estaban obsesionados con Simonetta. Los hermanos Giuliano y Lorenzo de Médici también sucumbieron a sus encantos y quedaron prendados de su belleza. Pública y descaradamente rivalizaron en más de una ocasión y le manifestaron su admiración (léase ganas), pero acabaron recibiendo sólo el rechazo y desdén de la bella y ajena rubia. El poeta Ángelo Poliziano reflejó la pasión prohibida de ambos hermanos en su obra "La Giostra". Y hasta el mismísimo Lorenzo de Médici, alias "El Magnífico", llegó a describirla así en sus, por cierto, muy machistas memorias:
"Su cutis era extremadamente claro, pero no pálido; rosado, pero no rojo. Su porte era serio, sin ser severo; dulce y placentero, sin asomo de coquetería o vulgaridad. Sus ojos vivos, no manifestaban arrogancia ni soberbia. Su cuerpo era finamente proporcionado, y entre las demás mujeres aparecía de superior dignidad. Paseando, bailando o en cualquier otro ejercicio, se movía con elegancia y propiedad. Sólo hablaba cuando era conveniente y dando opinión tan acertada, que no se podía añadir o quitar a lo que iba diciendo. Su comprensión era superior a la que pide su sexo, pero sin aparentar darse cuenta de ello y sin caer en el error, tan común entre las mujeres, que cuando sobrepasan el nivel se hacen insoportables".
Simonetta fue descubierta como modelo por Sandro Botticelli a través de los Vespucci. Por parte del pintor fue amor a primera vista porque desde aquel primer día en que la vio, la convirtió en su musa, y por supuesto que también lo fue para los destacados pintores que pasaron por Florencia.
En la Giostra (un torneo de justas) de 1475, Giuliano de Médici entró a las listas cargando una bandera en la cual se veía pintada a Simonetta (por Botticelli, obvio) posando como Palas Atenea con yelmo, y con una leyenda en francés que decía: «La Sans Pareille», es decir «La Incomparable». Giuliano ganó el torneo y la bella Simonetta fue nombrada «Reina de la Belleza» de aquel encuentro. A partir de entonces la fama de Simonetta como la mujer más bella de Florencia recorrió por toda Europa, y con sobra de merecimientos es nombrada hasta la fecha por muchos historiadores, como la mujer más hermosa del Renacimiento.
Lastimosamente y como suele ocurrir en este tipo de historias, la bella Simonetta murió muy joven, la noche del 26 de abril de 1476 a la edad de 23 años. Se presume que había contraído tuberculosis. Botticelli nunca pudo superarlo y quedó el resto de su vida obsesionado con ella.
En su famoso cuadro "Venus y Marte" no hace falta ser muy observador para darse cuenta de que quienes representan a los dioses del Olimpo, son Simonetta junto al mismo Botticelli (fíjense en el autorretrato superior). Esta era la única forma, el único sitio donde el artista podía verla como su pareja.
Sin lugar a dudas el famoso pintor fue el hombre que más la amó, aunque a su manera, respetuosamente y en silencio. En 1485 terminó su cuadro El nacimiento de Venus como homenaje póstumo a Simonetta, nueve años después de su muerte y, aunque él nunca lo aceptó, hay que estar ciego para no darse cuenta que ella es la mujer que está retratada en casi toda su obra. Todas las mujeres de sus cuadros guardan un exacto parecido a Simonetta, aparte de los retratos póstumos que pintó de ella.
Sin lugar a dudas el famoso pintor fue el hombre que más la amó, aunque a su manera, respetuosamente y en silencio. En 1485 terminó su cuadro El nacimiento de Venus como homenaje póstumo a Simonetta, nueve años después de su muerte y, aunque él nunca lo aceptó, hay que estar ciego para no darse cuenta que ella es la mujer que está retratada en casi toda su obra. Todas las mujeres de sus cuadros guardan un exacto parecido a Simonetta, aparte de los retratos póstumos que pintó de ella.
Tan grande fue el amor de Botticcelli hacia su musa, que nunca contrajo matrimonio y personalmente pidió que después de muerto fuese enterrado a los pies del sepulcro de Simonetta en la Iglesia de Ognissanti (Todos los Santos) —la iglesia de los Vespucci— en Florencia. Tras su muerte en 1510 le fue cumplido su deseo, y allí mismo, a sus pies, fueron depositados sus restos 34 años después de que muriese el amor de su vida. Botticelli sin saberlo, nos estaba legando otra maravillosa lección de amor.
Se sabe que Botticelli realizó más de 150 obras, pero muchas de ellas fueron destruidas por la Iglesia Católica acusadas de paganas y profanas. “El Nacimiento de Venus” es una de las pocas pinturas paganas de Botticelli que no fueron destruidas por la Iglesia Católica. Otra fuente da cuenta que Lorenzo de Médici protegió el cuadro de la ira de la Iglesia para dejar a su hermano un recuerdo de su amada. Continuamente se ha señalado que tanto Botticelli como Da Vinci fueron Maestres del Priorato de Sión.
Algo muy curioso es que los retratos que pintó de sus mecenas, no tienen esa belleza, esa mística ni el espíritu de sus otras composiciones. Queda claro que los retrataba por obligación, aparte que debió haberlos detestado infinitamente por dentro, al ver cuánto cortejaban a su amada.
sábado, 17 de marzo de 2012
11 principios de la propaganda
El doctor Goebbels (*29 de octubre de 1897 — †1 de mayo de 1945) fue elministro de propaganda del gobierno de Adolf Hitler (en alemán Propagandaministerium) en la Alemania Nazi. Fue una figura clave del régimen, conocido por sus dotes retóricas, y su capacidad de convencimiento.
Su ideario publicista era este que aquí refiero.
¿Cuántos de estos principios siguen usándose para la propaganda 100 años después?, ¿Os suena quien está poniendo esto en práctica?....
- Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único Símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo.
- Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
- Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
- Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
- Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
- Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
- Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
- Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
- Principio de la silenciación. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
- Principio de la transfusión. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
- Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.
Ya lo sabíais antes de llegar aquí pero, sí; TODAS están hoy vigentes y son utilizadas por "aquellos" que quieren usar la propaganda como herramienta.
viernes, 20 de enero de 2012
jueves, 19 de enero de 2012
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