Hoy soy feliz,
Me levanté como un pez,
De un salto y al agua.
Unos largos en la ducha,
Unas sales, y otras dentro,
Agua, Agua,
Cola- Cado colocao
Tocado, hundido.
Salvado por el zumo,
Takanawashi de Jerez.
Y mi flor, la respiro
Con el corazón.
Gafas de sol, mirándote,
Clic y a la RAM.
Con esos ojos rojos,…
Y al trabajo,
Con una sonrisa,
Para no llorar de alegría,
Volando sobre ruedas
Contemplando el pasado.
En la puerta, Peter Pan
Y su flota de camiones.
Un café, unas risas,
Entre sirenas,
Con cola y sin cola
aún sin colocar,
no, Caesar
Y mi Pitufa en todos los sitios.
Las dudas y temores
Complejos y desamores
Se ex-fumaron.
Solo ella y su reflejo.
Al mediodía,
Unos vasos de agua, agua
Y su voz huidiza, me rasga el corazón
Hasta que tres puntos de su risa
Y una tirita en mis labios
Me llenan de orgullo.
Ya no soy un capullo
Y vuelvo a volar
Con mis alas,
Las de Pegaso,
Por encima de la nubes
Hasta mi PC
Soñando, escribiendo,
Haciendo y deshaciendo,
Todo por la pasta,
- Aunque sea plagio-
Y a la cama entre rumores
Y humores,
Para soñarte
Para verte, tocarte
Y decirte que te echo de menos!
Hoy soy feliz,
Y mañana más,
Con mucho sueño!
martes, 17 de marzo de 2009
lunes, 16 de marzo de 2009
Sobre la Autoestima y la Culpa. (A quien siga pudiendo interesar...)
Dicen los que se dedican a urgar en las cabezas ajenas, que el psicoanálisis revela que todos sienten culpa, que la culpa nos puede amargar la vida y que el sentimiento de culpa es el que nos impulsa a intentar reparar nuestros errores.
Afirman, que es importante distinguir entre responsabilidad y culpa.
Responsabilidad es la capacidad de responder por las consecuencias de nuestras acciones y también por otros hechos que no se relacionan con nosotros. En tanto que la culpa es la que se atribuye a alguien como causante de un daño o delito, independientemente de la responsabilidad que asuma.
La culpa que sentimos es el resultado del propio juicio, entre lo que hemos hecho y lo que creemos que deberíamos haber hecho.
Los sentimientos propios de culpa llevan a la idea de castigo y la culpa ajena, a la venganza.
Los estudios de los que urgan en cabezas ajenas, han revelado que cargamos con la culpa para no sentirnos impotentes. Porque la omnipotencia consiste en creer que podemos evitar todos los hechos.
Las cosas son como son y no como queremos que sean, o nuestro ideal, que se rige por nuestros valores y nuestra moral que es el conjunto de normas éticas con las cuales nos identificamos.
Los ideales se obtienen de las experiencias sufridas de fracaso (esto no se debe hacer, lo otro tampoco).
Los valores son principios que orientan la conducta y sin ellos la vida no es posible, pero si los aplicamos rígidamente, sin la suficiente flexibilidad, nos pueden hacer la vida imposible.
Según los médicos de la azotea, hay un concepto abstracto que representa la conciencia moral y que auna varias cuestiones relacionadas con lo mismo. El Superyo!.
El Superyo es el encargado de comparar nuestros actos con nuestros ideales y de esa comparación surge la autoestima.
La autoestima se relaciona con la culpa, y es inversamente proporcional a ella, porque cuanto más culpa se sienta menor será la autoestima.
El ideal ha incorporado las tradiciones y costumbres de la sociedad, las pautas de la clase social, las figuras de autoridad, la gente que se respeta y admira, y representa una influencia inconsciente que nos exige su cumplimiento y es con respecto a ese ideal que experimentamos culpa o autoestima.
El tio ese padre del Pscoanalisis, dice que es la culpa la que precede al delito, porque son impulsados por sentimientos de culpa que atormentan y que cuestan admitir.
La culpa original o la necesidad de castigo, según el Psicoanálisis provienen del instinto de vida y de muerte.
En la culpa inconsciente predominan las pulsiones de muerte, cuando triunfan la rivalidad, los celos y la envidia en las primeras experiencias con los progenitores.
La conciencia moral nace del sentimiento de asco y de vergüenza que son los motivos que llevan a la represión.
El asco surge de la mezcla entre el miedo y el odio; y la vergüenza, como la culpa, entre el amor y el miedo.
La culpa inconsciente es la tendencia natural de carencia y la culpa consciente pertenece a la biografía del sujeto.
La culpa se alivia proyectándolas sobre las personas más allegadas que son las que nos reprochan.
Los sentimientos del deber que producen culpa son aquellos que no han sido satisfechos en su tiempo y forma, pues la esencia de todo ser humano es cumplir sus ideales. Pero con respecto a las culpas por lo que hemos hecho que ya no se puede reparar, hay que aprender a vivir con ellas, dejarlas atrás y hacer el duelo.
Y que la única salida de esta situación es el perdón, y siempre se puede si se quiere, lo que cuenta realmente y maraca la diferencia, es el intento.
Afirman, que es importante distinguir entre responsabilidad y culpa.
Responsabilidad es la capacidad de responder por las consecuencias de nuestras acciones y también por otros hechos que no se relacionan con nosotros. En tanto que la culpa es la que se atribuye a alguien como causante de un daño o delito, independientemente de la responsabilidad que asuma.
La culpa que sentimos es el resultado del propio juicio, entre lo que hemos hecho y lo que creemos que deberíamos haber hecho.
Los sentimientos propios de culpa llevan a la idea de castigo y la culpa ajena, a la venganza.
Los estudios de los que urgan en cabezas ajenas, han revelado que cargamos con la culpa para no sentirnos impotentes. Porque la omnipotencia consiste en creer que podemos evitar todos los hechos.
Las cosas son como son y no como queremos que sean, o nuestro ideal, que se rige por nuestros valores y nuestra moral que es el conjunto de normas éticas con las cuales nos identificamos.
Los ideales se obtienen de las experiencias sufridas de fracaso (esto no se debe hacer, lo otro tampoco).
Los valores son principios que orientan la conducta y sin ellos la vida no es posible, pero si los aplicamos rígidamente, sin la suficiente flexibilidad, nos pueden hacer la vida imposible.
Según los médicos de la azotea, hay un concepto abstracto que representa la conciencia moral y que auna varias cuestiones relacionadas con lo mismo. El Superyo!.
El Superyo es el encargado de comparar nuestros actos con nuestros ideales y de esa comparación surge la autoestima.
La autoestima se relaciona con la culpa, y es inversamente proporcional a ella, porque cuanto más culpa se sienta menor será la autoestima.
El ideal ha incorporado las tradiciones y costumbres de la sociedad, las pautas de la clase social, las figuras de autoridad, la gente que se respeta y admira, y representa una influencia inconsciente que nos exige su cumplimiento y es con respecto a ese ideal que experimentamos culpa o autoestima.
El tio ese padre del Pscoanalisis, dice que es la culpa la que precede al delito, porque son impulsados por sentimientos de culpa que atormentan y que cuestan admitir.
La culpa original o la necesidad de castigo, según el Psicoanálisis provienen del instinto de vida y de muerte.
En la culpa inconsciente predominan las pulsiones de muerte, cuando triunfan la rivalidad, los celos y la envidia en las primeras experiencias con los progenitores.
La conciencia moral nace del sentimiento de asco y de vergüenza que son los motivos que llevan a la represión.
El asco surge de la mezcla entre el miedo y el odio; y la vergüenza, como la culpa, entre el amor y el miedo.
La culpa inconsciente es la tendencia natural de carencia y la culpa consciente pertenece a la biografía del sujeto.
La culpa se alivia proyectándolas sobre las personas más allegadas que son las que nos reprochan.
Los sentimientos del deber que producen culpa son aquellos que no han sido satisfechos en su tiempo y forma, pues la esencia de todo ser humano es cumplir sus ideales. Pero con respecto a las culpas por lo que hemos hecho que ya no se puede reparar, hay que aprender a vivir con ellas, dejarlas atrás y hacer el duelo.
Y que la única salida de esta situación es el perdón, y siempre se puede si se quiere, lo que cuenta realmente y maraca la diferencia, es el intento.
Y que si aprietas el bocadillo de tortilla mucho, se sale por los bordes...
sábado, 14 de marzo de 2009
Sobre el Mal Humor. (A quien pueda interesar...)
Todos podemos tener nuestros momentos de mal humor que se consideran totalmente normales, siempre y cuando no sea una conducta habitual.
Si el mal humor se instala de forma permanente en nuestra conducta y comienza a ser algo más que circunstancial, deberíamos conocer las causas y hacer algo al respecto.
El estado de ánimo malhumorado se caracteriza por ver el lado negativo que suelen tener las cosas, por ejemplo viendo siempre el vaso medio vacío en lugar de medio lleno. Esta forma de ser puede tener o no motivos que la generan. Si los hubiera, lo mejor es intentar descubrirlos para modificar las consecuencias que puede provocar en las relaciones interpersonales y en el propio desarrollo. Por otro lado, nos está señalando una personalidad con cierta tendencia depresiva, agravada por determinadas situaciones de la vida que por alguna razón no puede resolver.
Es un hecho que casi todos tengamos que atravesar por problemas que nos producen sufrimiento. La cuestión no es tanto resolverlos como conocerlos y aprender a vivir con ellos lo mejor posible.
Cualquier problema puede tener solución pero a veces esa solución se convierte posteriormente en otro problema aún más grave; por lo tanto, es necesario aceptar que eventualmente tendremos que enfrentar los contratiempos y disgustos que esas situaciones nos puedan deparar.
Algunas veces llamamos problemas a ciertos desafíos que la vida nos impone y que no son más que oportunidades para evolucionar y no quedarnos estancados.
Otras veces, llamamos problemas a situaciones comunes de la vida, dándoles una connotación trágica que no se merecerían si aceptáramos que son inevitables.
Pero la mayoría de las veces los malhumorados no tienen mayores motivos para su estado de ánimo. Les molesta la compañía pero por otro lado se quejan porque están solos, se aburren pero no tienen ninguna iniciativa, viven contando sus problemas pero son incapaces de escuchar a los demás, critican a todos porque ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio; están disconformes con el gobierno, con su familia, con su trabajo y por supuesto ven todo negro.
Se trata por lo general de personas eternamente disconformes, intolerantes e individualistas que no pueden ser felices de ninguna manera y que con su mal humor canalizan sus energías negativas provocadas por sus desequilibrios emocionales y lo han convertido en un hábito.
Estas personas son muy difíciles de tratar porque creen tener siempre la razón. Poseen una visión pesimista del mundo y están convencidas plenamente que estamos todos al borde del abismo, que se aproxima el Apocalipsis y que es inútil cualquier intento para evitarlo.
Para ellas todo está a punto de estallar y sólo es cuestión de esperar que alguien apriete el detonador.
Sigmund Freud diría que el mal humor es un síntoma de represión de la libido sexual, que no necesariamente siempre se refiere a lo genital, sino a toda la sexualidad entendida como instinto de vida, al no lograr expresarse para participar creativamente en un medio social.
El Psicoanálisis podría permitir revelar el trauma, que una vez consciente ayudaría a canalizar lo reprimido adecuadamente.
Otras fuentes lo llamarían vacío existencial o discapacidad para adaptarse a los cambios y para crecer y la terapia desde este enfoque podría ayudar a cambiar la percepción y ver la realidad desde una perspectiva más amplia.
En tanto que para los conductistas sería un condicionamiento adquirido que es necesario desaprender para adquirir otros nuevos más adaptativos.
El mal humor es un defecto del carácter que produce conflictos de relación, discordia familiar e infelicidad, y lo más grave de este modo de ser, es que es contagioso.
fuente:la guia 2000.
jueves, 12 de marzo de 2009
LICITACIÓN EN SUBASTA.
Técnica: Obtención de pieza por precio inferior al de mercado, e incluso al del tipo de la subasta.
Riesgo: Existe riesgo evidente de perder la pieza.
Indicación: Para un elemento mas de la colección.
Como continuación a la serie de fichas sobre arte, paso a describir el comportamiento básico que se adopta ante la subasta de objetos antiguos.
Lo general del común de los mortales es seguir los siguientes pasos:
Pasar por la casa de subastas (por ejemplo Alcalá, Goya, Segres y Sotheby´s … la que sea), para solicitar información sobre las próximas sesiones y pedir el catálogo con tiempo para estudiarlo.
Una vez identificada la pieza, acercarse a verla al lugar indicado de exposición, pedir fotos y ponerse unos días a leer sobre la materia, informarnos, comentar, comparar precios…consultando toda la bibliografía y fuentes de que dispongamos.
Cerca del día de la subasta inscribirse y preguntar si existen pujas previas para estar al tanto. Si existen, sólo cabe pujar o asistir a la subasta a sufrir. Si no:
a) Si somos fríos y calculadores, asistimos el día y hora pero con una idea clara de cuanto estamos dispuestos a gastarnos. Debemos estar seguros de ello, porque para los que no hayáis estado nunca en una subasta, os diré que están diseñadas psicológicamente para que te entre un deseo irrefrenable de levantar el cartoncito o pala y pujar, incluso en lotes que no teníamos ni idea de que nos atrajeran previamente. Algo así como una locura repentina fruto del enamoramiento pasajero.
b) Si somos apasionados, como por otra parte nos corresponde, por ser coleccionistas y amar el arte, en el convencimiento de que no hay amor sin pasión, por lo menos al principio, claro, y más, teniendo en cuenta que este es el principio de una relación, donde los sentimientos están a flor de piel, que la pieza nos seduce, y que debemos estar (casi es obligado creo yo, porque si no, no merece la pena este hobby), como Orlando furioso ante el amor de Angélica: con el entendimiento perdido; a falta de Astolfo que venga en nuestra ayuda, pasamos en persona y dejamos hecha nuestra puja, o pujamos por teléfono.
c) Si además de ser fríos tenemos arrojo y coraje para soportar la idea de perder la obra, no hacer nada de lo anterior, sino ir al día siguiente, y si no se ha vendido, nos la adjudicamos en el precio de salida.
d) Sólo si se es perro viejo, uno ya está de vuelta de todo, su colección es aceptable, la pieza está bien pero tampoco nos va la vida en ello (pero es exquisita, es decir sólo para determinados coleccionistas muy especiales- porque si no, pues cualquiera puede creer que le queda bien en su salón, y como hay mucha mas gente con dinero que con gusto, puja , se la queda, y la pone encima del mueble aparador con mampara de cristal, sobre la tele, al lado del consabido Gallo, recuerdo de Lisboa (porque no nos tragimos otro recuerdo, ya que ignoramos las preciosas tiendas de antigüedades del barrio alto de esa hermosa ciudad, estandarte de una cultura marina y una historia que rivaliza, honestamente, con la nuestra, y de la que vivimos a espaldas, mirando al pais galo de frente, no se sabe muy bien por qué) estamos en tiempos de crisis y se tienen dotes para aparentar, transmitir seriedad y poder de convicción se puede intentar la siguiente técnica que yo diría que sólo es para expertos:
Se siguen los pasos 1 y 2, si nos dicen que no hay pujas, ese día, se manda a una persona distinta de uno mismo, bien arreglada, educada, que haga las veces de secretario. Según el destinatario puede ser hombre, preferentemente del tipo del acompañante-carabina de John Waine y Maureen O´hara en la deliciosa pelícla de John Ford “ El hombre tranquilo”; o mujer, también preferentemente del tipo: mujer-encanto-ojos profundos-donde están ese tipo de mujeres hoy día?- así todo junto. Y ese dìa que le diga al subastante, de manera ordenada para que se entere bien:
- Que el mandante está MUY interesado en la pieza.
- Que el mencionado no puede asistir personalmente a la subasta, como sería su voluntad, porque se encuentra en MIAMI esos días, atendiendo unos negocios con: el empresario, industrial, comerciante del tipo que se nos curra, famoso artista, el que sea que le suene al tío de la tienda de subastas de los periódicos, prensa del corazón, el que me dices , gente, la tele, o cualquier medio de comunicación en masa. Que si no se adjudica, que te avisen, que lo pondrás en su conocimiento.
Si todo esto pasa y no se vende en la subasta, te llamarán, y aquí entra el juego del experto: Se le dice a la casa de Subastas que se ponga en contacto con el dueño (que ya sabe que hay una persona MUY interesasda) y que de 6.000 Euros nada, que hablaríamos a partir de 1.500, y que el 20% de la comisión lo paga él. En esta maniobra entran en juego:
- Que si lo ha llevado a la subasta es porque no ha conseguido venderlo antes.
- Que se ha hecho ilusión de venderlo en la subasta a buen precio, y luego la desilusión de no conseguirlo, de venderlo en el precio de salida, y tampoco, pero al menos hay alguien MUY interesado.
- Hay crisis y quiere vender.
- La casa de subastas le anima porque su 20% no se lo quita nadie y le dice que es dificil que se venda…
FINAL: Siempre productivo:
- Si compramos: bién, Ganga.
- Si no: bién, hemos hecho un ejercicio muy interesante que nos ha ejercitado para otras ocasiones y nos ha proporcionado el placer que esperábamos de ésta afición, queda además el propietario dándole vueltas al asunto, y puede que en no mucho tiempo, te busque para vendértelo, pues no ha encontrado interesado en su pieza y una vez desgastado por este proceso, está convencido de que su pieza no vale tanto. Aquí se vuelve a negociar nueva bajada en el precio.
RESULTADO: Maravilloso ejemplar de la Cosmografía de Pedro Apiano, en su rara edición española, con maravilloso mapa central en el que Marte, luce en el peto el escudo de Carlos I de España, en símbolo y advertencia a los enemigos del Imperio Español, de que el dios de la guerra está al lado del emperador. Antes en el mercado, ahora: Colección particular! Y a pensar en un nuevo amor.
Anuncio de la próxima ficha: Técnica de compra en feria, a Gitano de ley, 4ª generación de de Anticuarios en su familia, en su Stand de piezas de alta època.
lunes, 2 de marzo de 2009
Pollo a la política, la receta más antigua...
Es un plato muy sencillo y parece que, según la Universidad de Hállending, es la receta más antigua.
Ingredientes:
un pollo
un despacho
varios chorizos (al gusto)
Preparación:Se coge el pollo y se mete en el despacho, se le añaden los chorizos y se le deja a su amor durante un tiempo (para que se vaya adaptando al medio...).
Y él solito se va haciendo rico, rico, rico...
La anécdota de la tortilla que unió a dos genios (París 1848)
Aquella noche de 1848 el joven Jules llevaba puesto su único traje, aquel que cuidadosamente se turnaba con su amigo Eduoard Bonamy para frecuentar alguna que otra tertulia de ambiente literario e intelectual de París. Trataba que su vestimenta no delatara frente a los tertulianos su origen provinciano nantesino, y menos aún su apretada situación económica.
Muchos días solo se alimentaba de pan y leche, y es que la escasa asignación que recibía de su padre la utilizaba para pagar el alquiler de una modesta habitación en el barrio latino (habitación que también compartía con su amigo Bonamy) y, sobre todo, para comprar libros y más libros, indispensables para quien, como Jules, pretendía ser un gran dramaturgo.
Se hacía tarde, y mientras bajaba las escaleras de la casa de Madame Barreré (un conocido y bohemio salón de tertulias), recordaba distraído las conversaciones literarias que acababa de mantener y que tanto le apasionaban.En ese momento, Jules tropieza con un orondo caballero que subía apresuradamente y resoplando por las escaleras. Jules no se disculpa. Le mira con altanería y dice:
-«Seguro que usted ha cenado muy bien esta noche»
-«Perfectamente joven, nada menos que una tortilla de tocino a la nantesina y ...»
- responde el desconocido...
-«Las tortillas a la nantesina de París no valen nada. Hay que echarles azafrán, ¿entiende? interrumpe Jules...
Muchos días solo se alimentaba de pan y leche, y es que la escasa asignación que recibía de su padre la utilizaba para pagar el alquiler de una modesta habitación en el barrio latino (habitación que también compartía con su amigo Bonamy) y, sobre todo, para comprar libros y más libros, indispensables para quien, como Jules, pretendía ser un gran dramaturgo.
Se hacía tarde, y mientras bajaba las escaleras de la casa de Madame Barreré (un conocido y bohemio salón de tertulias), recordaba distraído las conversaciones literarias que acababa de mantener y que tanto le apasionaban.En ese momento, Jules tropieza con un orondo caballero que subía apresuradamente y resoplando por las escaleras. Jules no se disculpa. Le mira con altanería y dice:
-«Seguro que usted ha cenado muy bien esta noche»
-«Perfectamente joven, nada menos que una tortilla de tocino a la nantesina y ...»
- responde el desconocido...
-«Las tortillas a la nantesina de París no valen nada. Hay que echarles azafrán, ¿entiende? interrumpe Jules...
-«¿Así que sabe usted hacer tortillas, joven?» – pregunta el caballero
-«¿Que si sé hacer tortillas, señor?, sobre todo me las sé comer» - espeta nuestro joven amigo.
-«¡Es usted un insolente! Y le exijo una satisfacción. Aquí tiene mi tarjeta... Vendrá el viernes a mi casa... a cocinar usted mismo una tortilla»
Al día siguiente Jules cuenta el curioso incidente a su amigo Aristide Hignard, momento en el que saca la tarjeta, la lee y grita estupefacto: «¡Alexandre Dumas!» Sí, aquel orondo y voluminoso caballero de las escaleras era nada más y nada menos que Alejandro Dumas, el gran escritor y autor de novelas de gran éxito como «Los tres Mosqueteros» o «El Conde de Montecristo» Jules (Julio) Verne, acudió al singular «duelo» y cocinó la tortilla.
Desde aquel momento ambos mantuvieron una gran amistad y Dumas se convirtió, hasta su muerte en 1870, en consejero literario y protector de Verne, ayudándole incluso a estrenar en París alguna que otra obra teatral, aunque con escaso éxito.
Pero lo que el gran Alejandro Dumas no pudo siquiera sospechar en aquel momento es que, con el paso del tiempo, Julio Verne, su protegido provinciano de Nantes, llegaría a superarle mundialmente tanto en popularidad como en número de tiradas y ediciones.
En 1885, quince años después de la muerte de Dumas, Verne le dedicará su novela «Matías Sandorf», su propia versión de «El Conde de Montecristo».
-«¿Que si sé hacer tortillas, señor?, sobre todo me las sé comer» - espeta nuestro joven amigo.
-«¡Es usted un insolente! Y le exijo una satisfacción. Aquí tiene mi tarjeta... Vendrá el viernes a mi casa... a cocinar usted mismo una tortilla»
Al día siguiente Jules cuenta el curioso incidente a su amigo Aristide Hignard, momento en el que saca la tarjeta, la lee y grita estupefacto: «¡Alexandre Dumas!» Sí, aquel orondo y voluminoso caballero de las escaleras era nada más y nada menos que Alejandro Dumas, el gran escritor y autor de novelas de gran éxito como «Los tres Mosqueteros» o «El Conde de Montecristo» Jules (Julio) Verne, acudió al singular «duelo» y cocinó la tortilla.
Desde aquel momento ambos mantuvieron una gran amistad y Dumas se convirtió, hasta su muerte en 1870, en consejero literario y protector de Verne, ayudándole incluso a estrenar en París alguna que otra obra teatral, aunque con escaso éxito.
Pero lo que el gran Alejandro Dumas no pudo siquiera sospechar en aquel momento es que, con el paso del tiempo, Julio Verne, su protegido provinciano de Nantes, llegaría a superarle mundialmente tanto en popularidad como en número de tiradas y ediciones.
En 1885, quince años después de la muerte de Dumas, Verne le dedicará su novela «Matías Sandorf», su propia versión de «El Conde de Montecristo».
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